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¿Por qué celebrar el convertirnos en región?

Además de la efeméride que recuerda el inicio oficial de la Región de Ñuble, hace 5 años, vale la pena preguntarse ¿por qué celebrar el hecho de separarnos de la Región del Biobío y convertirnos en una región independiente?

Suele decirse que solo la cabal dimensión del pasado permite que una sociedad se reconozca a sí misma y capte el sentido de lo inmediato. Por eso también se dice que mirar en retrospectiva es algo parecido a un puente entre el pasado por un lado, y el presente y el futuro, por el otro.

Ese puente se construye de procesos y seres humanos que los lideran o protagonizan. En el caso de la creación de la Región de Ñuble, tuvimos la suerte que se combinaron una serie de factores para alcanzar un objetivo soñado y que constituyen, o al menos así nos gustaría, espejos de la acción presente y futura.

Hasta 1974 existían 25 provincias en el país, cada una con su Intendencia, entre ellas Ñuble, conformada por cinco departamentos: Itata, San Carlos, Chillán, Bulnes y Yungay. No obstante, tras el golpe de Estado, la dictadura militar trajo consigo un cambio radical en la concepción de regionalización. De una mirada integradora del desarrollo regional se pasó a una estrategia que privilegió la geopolítica y la defensa, y que se materializó a través una división que desconoció las características históricas, políticas, geográficas y económicas de algunas regiones. Así se conformó la Región del Biobío, quedando Ñuble como provincia y Chillán como su capital. Administrativamente, todo el poder político se concentró en Concepción.

Esa división fue provocando a lo largo de las décadas una postergación de Ñuble en diferentes materias, incluida la inversión pública, lo que derivó en el anhelo regionalista que comenzó en la década del 90, tras la recuperación de la democracia y se concretó 20 años después.

Pero para llegar a aquello hubo que sortear un proceso legislativo que no estuvo exento de dificultades, de la resistencia de algunos sectores, pero también marcado exitosamente por la convergencia de voluntades y apoyos que cruzaron la política partidista e incluyó a gremios y organizaciones de la civil.

Ciertamente hay mucho por hacer en la región, probablemente tanto que volvamos a hacernos la pregunta inicial, pero tampoco podemos negar que se ha avanzado significativamente en recursos de decisión regional y en una distribución más equitativa entre las 21 comunas, como también en cercanía de autoridades regionales y de los servicios públicos con la comunidad y con los diferentes actores que son parte del territorio.

Una región también se construye desde el espíritu, y la inspiración que puedan transmitir actividades que nos recuerdan el hito de convertirnos en una y el camino que nos llevó a ello puede ser un gran estímulo para que las actuales y nuevas generaciones valoren no solo la pertenencia territorial y la identidad histórica, sino también la importancia de la participación ciudadana en los asuntos públicos y los positivos efectos que puede tener la política cuando no cae en la tentación de las agendas cortoplacistas y hay una visión de Estado en quienes nos gobiernan, como ocurrió con Bachelet-Piñera, que dieron continuidad al proceso que permitió crear e instalar la Región de Ñuble, respectivamente.

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