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La historia metió la cola

El columnista Sergio Muñoz Romero, publicó una columna en el diario El Mercurio titulada “La PDI y la masonería”, con la siguiente bajada de título: “Llama la atención un caso tan marcado de homogeneidad filosófica en una institución del estado.” Esto en relación al hecho de que todos los directores nacionales de la PDI, desde la vuelta a la democracia han pertenecido a la Gran Logia de Chile, incluyendo a los dos últimos, Muñoz y Espinoza, ambos acusados por la Fiscalía de graves delitos de corrupción. Luego de varios días de polémica Carlos Huneeus, envió una carta al mismo medio, pidiendo a la PDI que explique “las razones de esta anomalía institucional”.

Es bueno hacer un breve repaso de la historia al respecto. El año 1923 la internacional comunista, en pleno periodo de internacionalización del comunismo, declaró que los comunistas masones debían abandonar la masonería, o en su defecto abandonar el partido.  La razón de este acuerdo era que muchos de los más destacados comunistas franceses eran masones y por ende, con una marcada visión liberal del mundo, la que colisionaba con la visión totalitaria del comunismo internacional.

En Chile, el Partido Comunista (PC) había sido fundado por una no despreciable cantidad de masones pertenecientes a la clase intelectual. El PC chileno hizo oídos sordos a tal disposición, hasta que al final de la década del 30. Llego a Chile un comisario de la internacional comunista, Victorio Codovilla argentino, quien obligó a Carlos Contreras Labarca, secretario general del PC a renegar públicamente de la masonería.

Contreras Labarca, oriundo de Bulnes, muy a su pesar lo hizo en el congreso comunista, en el teatro Caupolicán (1929). Contreras envió una carta renuncia a su Logia Franklin, expresando su dolor de tener que abandonar la logia masónica en la cual se había iniciado en 1924. Hoy, esta prohibición ha desaparecido por muerte natural.

En el año 1917, el Vaticano de manera expresa prohibió a los católicos pertenecer a la orden masónica, porque esta no acepta ningún tipo dogma. Los católicos masones serían excomulgados en tal situación. Con fecha reciente el Vaticano ha reiterado dicha prohibición, considerando que los católicos que ingresan a la masonería están en pecado grave y por lo tanto, no recibirán la comunión.

El almirante Merino tres días antes de dejar la junta de gobierno, emitió un decreto prohibiendo a los miembros de la armada pertenecer a una logia masónica, ya en democracia este dictamen se dejó sin efecto.

El partido socialista imbuido del espíritu revolucionario de la época, en el famoso Congreso de Chillán de 1966, acordó declarar incompatible el ser socialista con ser masón, por considerar esta condición como parte de una institución burguesa.

Salvador Allende, masón activo hasta su muerte, declaró en un famoso discurso “si el partido me obliga a la masonería, renuncio al partido, y a su vez (cosa impensada agregó) si la orden me obliga a renunciar al partido, renuncio a la masonería”. Después de esto el acuerdo abortó.

Como se puede ver, cada cierto tiempo la historia mete su cola en el presente.

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