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“Falta una política de mejoramiento genético vegetal para enfrentar la sequía”

Miguel Ángel Sánchez, director ejecutivo de ChileBio, asociación gremial que agrupa a compañías desarrolladoras de biotecnología agrícola, afirmó que el mejoramiento genético vegetal debe estar entre las herramientas del país para enfrentar la escasez hídrica en la agricultura y lamentó que hasta ahora las políticas públicas han apuntado a medidas de gestión del agua, como el riego tecnificado o los embalses.

El dirigente gremial e investigador (es doctor en Ciencias Biológicas) criticó que no exista una política de fomento para esta área e hizo hincapié en que no se trata únicamente de transgénicos, sino que de un amplio abanico de herramientas tecnológicas que no se están usando en el país y que permitirían contribuir a adaptar la agricultura al cambio climático, por ejemplo, mediante el desarrollo de nuevas variedades tolerantes a la sequía, a las altas temperaturas o a las plagas.

Mejoramiento genético

¿Qué rol puede jugar el mejoramiento genético en el desafío de adaptar la agricultura de Ñuble a la escasez hídrica?

En el ámbito del mejoramiento genético hay variadas herramientas para hacer que las plantas se adaptan a condiciones como la sequía. Cuando hablamos de sequía, esto tiene dos componentes, y es ahí donde radica el problema de cómo se está enfrentando esta situación. Un componente es el factor meteorológico, y el otro es la escasez hídrica, que no tiene tanto que ver con las lluvias, sino con las decisiones que se toman sobre cómo se usa el agua. En esa línea, los gobiernos que hemos tenido en las últimas décadas han estado enfrentando este problema del agua estrictamente desde el punto de vista de la escasez hídrica, es decir, del manejo, de cómo se gestiona el agua, cómo se prioriza su uso, pero no están enfrentando el problema desde el punto de vista de que las condiciones meteorológicas cambiaron, y cambiaron para siempre, es decir, que vamos a tener que acostumbrarnos a una condición de menos agua, y para eso, un pilar fundamental que debiese estar establecido en las políticas para enfrentar esto, es el mejoramiento genético.

¿Y eso qué significa?

Me refiero a que hay que hacer que las plantas se adapten a un escenario nuevo, que estaban acostumbradas a crecer con determinados niveles de agua, van a tener que crecer con menos, así como también con condiciones climáticas distintas, como más calor, frío más intenso, entre otros, y ahí el mejoramiento genético juega un rol crucial.

Yo entiendo que hay instituciones, como el INIA, que están desarrollando variedades resistentes al estrés hídrico.

Sí, esos son proyectos aislados, lo que yo señalo es que no hay una política detrás. En Chile nos falta una política donde el Estado incentive el desarrollo de proyectos de mejoramiento genético para que la agricultura nacional pueda adaptarse a estas condiciones cambiantes. Efectivamente, en el INIA existen algunos ejemplos, pero son proyectos aislados, no hay una política de apoyo, de financiamiento público, al sector de la investigación y desarrollo, sean universidades, empresas o el propio INIA, que lo potencie. Se necesita un fondo de mejoramiento genético vegetal.

¿Y tendría el apoyo suficiente una política que financie el desarrollo de transgénicos?

Es que ahí hay una confusión, y eso es parte importante del problema también. Hay muchas autoridades y también mucha gente, que confunde el concepto de mejoramiento genético con transgénicos, pero esto último es mucho más amplio.

¿Esa confusión ha sido un obstáculo para que el mejoramiento genético sea considerado en las políticas públicas?

Absolutamente, de hecho, habitualmente se escucha que se utilizan ambos conceptos como sinónimos en el debate político, pero son cosas distintas. La transgenia es una de varias herramientas biotecnológicas, así como también hay otras que no son biotecnológicas, y todas tienen en común que buscan que las plantas se adapten a una condición distinta.

¿Qué herramientas debiera tener esa política mirando lo que han hecho otros países?

Primero que todo, tenemos que fomentar el mejoramiento genético. ¿Cómo lo hacemos? Existen distintas herramientas: uno, contar con financiamiento público para que existan iniciativas de mejoramiento. Hoy existen algunos proyectos aislados, con arroz en Ñuble, con maíz en el Maule, pero las contamos con los dedos de las manos. Entonces, si hoy tenemos un problema que debemos enfrentar, pienso que deberíamos estar incentivando a que investigadores estén desarrollando y obteniendo plantas adaptadas a las nuevas condiciones climáticas, y para eso el financiamiento público es fundamental, y eso hoy no existe a gran escala.

Trigo transgénico

¿Qué ejemplos hay a nivel internacional de políticas de fomento?

Hay ejemplos de cómo los países han incentivado este tipo de iniciativas. En Indonesia, con financiamiento público-privado se desarrolló una caña de azúcar tolerante a la sequía, obtenido con biotecnología, que produce hasta un 30% más de azúcar que la caña no mejorada, en estas condiciones; en Estados Unidos ya se comercializa maíz tolerante a la sequía, obtenido con biotecnología; y en África hay un proyecto gigantesco, el WEMA (Water Efficient Maize for Africa), que está apuntando a que con todas las herramientas de mejoramiento genético, sean biotecnológicas o no, se avance en la obtención de variedades de maíz adaptadas a las condiciones climáticas de África, donde la sequía les impide hacer agricultura con buenos rendimientos.

Y Argentina…

En Argentina, a través de financiamiento público se promovió el desarrollo y se obtuvo soya -que es muy importante para su agricultura- tolerante a la sequía a través de herramientas biotecnológicas. También, en la misma línea, a través de los mismos científicos, que son de la Universidad del Litoral, obtuvieron trigo tolerante a la sequía, y eso demuestra que dos proyectos de cultivos muy importantes para Argentina fueron financiados con recursos públicos para resolver los problemas que tienen. La soya ya está autorizada como producto comercial en Argentina, y el trigo aún está en evaluación económica para poder ser comercializado.

¿Esos dos productos son transgénicos?

Sí, son transgénicos desarrollados en Argentina y con financiamiento público, que es lo importante. Porque aquí en Chile hay mucho prejuicio…

¿Y por qué no se escucha ese prejuicio en Argentina?

Argentina es el tercer mayor productor de transgénicos en el mundo, entonces, podrá haber grupos que estén en contra de la tecnología por razones ideológicas o filosóficas, pero en su mayoría es bastante aceptada la tecnología en Argentina.

Este desarrollo tecnológico argentino, en el caso del trigo, ¿podría afectar a los trigueros chilenos considerando que se podrían lograr mejores rendimientos y presionar los precios a la baja? Lo menciono porque Chile es un importador de trigo argentino y su precio se usa como referencia.

Así es. Imagínate si el trigo se empieza a producir en Argentina, y si hipotéticamente empieza a dar buenos resultados agronómicos, que es lo que se espera… Cuando los agricultores chilenos se den cuenta de eso, ¿tú crees que nadie se va a interesar en ese producto aquí en Chile?

Bueno, los agricultores chilenos podrían pedir barreras a la importación.

Yo me imagino que los agricultores van a buscar la forma de producir ese trigo acá en Chile, más que pedir barreras, porque este trigo tiene cerca de un 20% más de rendimiento en condiciones de sequía que un trigo no mejorado, y en condiciones climáticas normales, no tiene un efecto negativo en el rendimiento.

Si estas herramientas tecnológicas están quedando fuera de la estrategia de adaptación al cambio climático en Chile, ¿qué se puede esperar?

Los gobiernos han estado enfrentando el problema a la antigua, no fijándose en las innovaciones tecnológicas que están disponibles. Hoy, la agricultura necesita de las innovaciones tecnológicas y poder adaptarse a estas condiciones, y además, hacer que la agricultura sea más sostenible. Imagínate la cantidad de alimentos que se pierden en el campo, es gigantesca; y estamos haciendo un uso ineficiente de la energía, de los recursos, del agua, y ahí es donde necesitamos el uso de todas las herramientas disponibles para hacer frente a eso. El problema está en que cuando uno escucha el discurso de la autoridad sobre la manera de enfrentar la sequía, siempre se habla que hay que construir embalses, evaluar las plantas desaladoras, infiltrar acuíferos, telemetría, pero nunca ha aparecido el concepto de mejoramiento genético, y eso no puede ser, ¡el mejoramiento genético debe ser un pilar fundamental! Por eso digo que la autoridad está enfrentando este tema a la antigua, yéndose por las ramas, tratando de gestionar el agua, pero no adelantándose a la nueva condición, que llegó para quedarse.

¿A qué atribuyen esta omisión del mejoramiento genético?

Obedece principalmente a esta confusión que asocia mejoramiento genético con transgénicos, de parte de muchos políticos, cuando eso no es así. Y segundo, que el concepto transgénico tiene una percepción negativa en el debate público. Y en Chile, ninguno de los gobiernos se ha querido hacer cargo de esta situación y prefieren evitarla. Yo podría entender a un gobierno que diga que no vamos a usar transgénicos, pero no puedo entender que un Estado no tenga al mejoramiento genético como un pilar fundamental para enfrentar esta situación.

¿Y qué rol le cabe al sector privado en este desafío, considerando que el desarrollo de algunos productos puede ser un negocio?

El sector privado tiene que estar presente para apoyar también iniciativas colaborativas, iniciativas público-públicas para el desarrollo de estos productos, esto no es solamente tarea del Estado, es la tarea de todos. El sector privado muchas veces, entre comillas, es más eficiente a la hora de conseguir objetivos, que el propio Estado, entonces, quizás iniciativas público-privadas permitan obtener estos productos en menores tiempos.

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