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Éxodo de haitianos de Chile también se evidencia en Ñuble: visas bajan de 3001 a 67

Cristian Cáceres

Para muchos fue sorpresivo que los últimos informes migratorios de Estados Unidos presentaran cifras que demostraban que la mayoría de los ciudadanos haitianos que han intentado ingresar a ese país, a través de la frontera mexicana, provengan casi de forma específica de Brasil y Chile, país en el que se llegaron a realizar 125.729 visas en 2018.

Mientras que en este 2021, hay penas 3.004 a nivel nacional.

Muchos, entonces, buscaron un porqué, sondeando en los sueldos, barreras idiomáticas, diferencias de hábitos y cultura o incluso algún paradigma de carácter xenofóbico. Sin embargo, más allá de cualquier teoría sociopolítica, los haitianos que aún siguen en Chile explican que –si bien hay de todo un poco- la principal razón es que a partir del 20 de abril pasado, cuando se promulgó la nueva ley de migraciones, su estadía dependería de un elemento clave: conseguir una serie de certificados desde el Gobierno de Haití, como por ejemplo, los papeles de antecedentes.

Se les dio un plazo de 180 días para conseguirlos, margen que si bien para un sistema de tramitaciones como la chilena asoma como más que razonable, para ellos conseguir esos documentos en las embajadas ha sido toda una odisea. Y el plazo expira el próximo 17 de octubre.

En cifras, el éxodo de haitianos de Santiago se refleja en las estadísticas del departamento gubernamental de Extranjería, que demuestran que si en 2018 se tramitaron casi 67 mil visas para inmigrantes de Haití, en 2021 han sido solo 1.467.

De 3001 a 67 en tres años

Aterrizando el fenómeno a Ñuble, la tendencia proporcional se repite de manera casi idéntica, atendiendo que en 2018 desde la Gobernación Regional se tramitaron para ellos un total de 3.001 visas, mientras que en 2021, solo se llegó a 67.

De acuerdo a los testimonios recogidos por La Discusión entre ellos, de manera unánime admiten que Ñuble es un buen lugar para vivir.

Explican que para ellos les resulta asequible tanto los precios de la comida, la ropa, la movilización y el hospedaje, además que por tratarse de una ciudad no muy amplia, es perfectamente posible transitarla en bicicleta o incluso a pie.

El 91% de los ciudadanos haitianos radicados en Ñuble se encuentran en la Provincia de Diguillín debido a que es en Chillán, Bulnes y Quillón (aparte de San Carlos, en Punilla) donde les resulta más fácil conseguir trabajo.

De todas formas, desde el año 2016 que no se registraba tan pocos haitianos buscando visas en nuestro departamento de Extranjería.

“Lo que pasa es que es muy difícil conseguir todos esos papeles que nos piden. Yo llevo 22 meses esperando conseguirlos para poder regularizarlos”, dice Kedelly Theodore, quien vende mascarillas de forma ambulante en la esquina de El Roble con Isabel Riquelme.

Con 33 años es madre de cuatro hijos, pero solo vive con una en nuestro país, y para ella resulta desmotivador el saber que por la misma burocracia que hoy la tiene trabajando en el comercio ambulante, mirando de reojo a la distancia a cada rato, para alcanzar a arrancar por si viene la policía o la inspección municipal, sería casi imposible hacerlas ingresar de manera regularizada a la país.

Similar situación cruza su compatriota Willie Le Lou, de 35 años, vendedor de golosinas y bebidas en el terminar rural del Paseo La Merced.

“A mí me gusta Chile, me gusta Chillán y la gente nos trata bien, pero tengo a mis hijos en Haití y necesito estar con ello. Por problemas de papeles no se puede. Yo sé que si quiero volver a vivir con ellos de nuevo, no podré traerlos y me tendré que ir de vuelta. Me quiero quedar pero es difícil sin papeles, así que al menos quiero juntar más plata por si tengo que irme”, relata.

La mayoría de ellos llegó a Ñuble por la misma razón que otros de sus compatriotas buscaron asentarse en las regiones de O’Higgins y Maule: poder trabajar en las frutícolas, ya que era un empleo que les significaba un contrato y un dinero que para ellos era “mucha plata”.

Sin embargo, al no poder renovar sus visas no han podido acceder de nuevo a esos trabajos, ya que las empresas solo pueden contratar a personas que estén regularizados en el país, lo que es constantemente fiscalizado por la Inspección del Trabajo.

“Lo que no me gustaba de trabajar en la fruta es que sacan plata por la AFP y la Isapre. Vendiendo se gana menos, pero lo que ganas es tuyo”, comenta Louis Fette, quien vende mascarillas en la esquina de El Roble con Arauco, frente a la sucursal de Scotiabank.

Dice que la barrera idiomática es algo que en ocasiones los complica, sobre todo porque ahora hay muchos haitianos que llevaban más tiempo que él en Chillán, pero que ya se han ido del país y no es tan fácil encontrar a quien les pueda hacer de traductor.

“El español no es difícil, pero a esta edad no es fácil aprenderlo (tiene 38 años) y yo sé que a los chilenos no les gusta que no hablemos en español. Pero me cuesta”, admite.

Fette dice que cuando estaba aún en Haití, decidiendo a qué país emigrar para dejar atrás la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades de su país, “vi que Chile era un país bueno, con trabajo y con seguridad. Creo todavía que es un país bueno y me gusta. Pero por los problemas de los papeles hay muchos que se están yendo, porque Chile es un buen país solo si puedes trabajar. Si no, no”.

Diferente es la posición de Jeanlouis Nayka, quien explica que “allá yo tenía un bus y si lo trabajaba ganaba más de lo que gano en la fruta. No me conviene quedarme, pero a muchos otros sí, porque ellos se vinieron sin tener un trabajo o una profesión allá”.

Su hermana, quien no tiene trabajo, dice que esa es una razón para querer volver, ya que al no poder generar recursos “llora todo el día porque quiere volver allá porque allá está la mamá”.

Como detalle útil, revela que “no sabe hablar en chileno y no lo entiende”.

De los 61 haitianos que han conseguido visas este año en Ñuble, solo una mujer consiguió su residencia definitiva y cuenta con contrato de empleada doméstica en la comuna de Chillán.

La demora está allá”

Elizabeth Rosales es la jefa del departamento regional de Extranjería, cuyas dependencias pasaron de Chillán a la comuna de Bulnes cuando se eliminó la Intendencia Regional y debieron seguir en la misma comuna en donde está establecida la Gobernación de Diguillín.

Explica que el problema de la demora de los papeles “es en su país de origen,ahí se presentan las demoras y las complicaciones para conseguirlos. No es por trabas que se le presenten acá”.

Según su experiencia, este tipo de tramitaciones son igual de complejas de obtener para cualquier persona desde el extranjero: “a nosotros mismos, los chilenos, si nos piden documentación del país, difícilmente vamos a obtenerlo desde afuera. Necesitaríamos de un poder para alguien que esté en nuestro país y esa puede ser la dificultad que ellos comentan”.

Más complejo resulta para esta unidad de control analizar el porqué hay tanto haitiano saliendo de Chile, ya que no existe ni la instancia en la que quien emigra explica las razones para hacerlo y porque “muchos salen del país clandestinamente por lo tanto sin control”.

No son solo los haitianos

Es cierto. Se ven mucho menos haitianos en las calles de Chillán y advertirlo es sencillo por su distintivo color de piel.

Sin embargo, para los chilenos detectar que haya más o menos venezolanos, colombianos, peruanos o argentinos es mucho más complejo por compartir mucho de nuestro biotipo.

No solo los haitianos han salido del país con rapidez en los últimos años. A nivel nacional se han tramitado 50.455 visas en 2021, la cifra más baja desde el 2006 y el contraste se hace más evidente si se compara con el 2018, año en que se tramitaron 438.577.

En Ñuble, se tramitaron 5.004 visas en 2018; 3.666 en 2019; 3.069 en 2020; y este año solo 749.

El 29% de ellas están en manos de haitianos, otro 28% corresponde a venezolanos, un 8% a ciudadanos de Colombia; un 6% fueron tramitados por peruanos; otro 4% por argentinos y un 3% por brasileños.

Solo los ciudadanos de Perú han aumentado la tramitación de sus visas en la Región de Ñuble, pasando de 110 en 2020 a 126 este año.

Dentro de las 67 residencias permanentes concedidas en la zona, solo seis son para mujeres (una haitiana y cinco venezolanas).

Entre las ocupaciones se cuentan cuatro ingenieros, dos administradores de empresa, una administradora de recursos humanos, dos profesores, estudiantes de enseñanza universitaria, básica y media, un locutor, un carnicero, un liniero (de México), un bombero y el resto son empleados.

Felipe Ahumada

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