Share This Article
El asesinato de los tres Carabineros en una emboscada fríamente calculada, hecha con toda crueldad y premeditación, ha tenido -como era de suponer- un efecto devastador no solo al interior de la institución, sino que en todo el país.
Todos los chilenos que anhelamos la paz social, expresamos nuestra solidaridad con un cuerpo policial compuesto por compatriotas que arriesgan su vida por custodiar nuestra propia seguridad.
Sin duda, es un acto terrorista, violador flagrante de los derechos humanos, que termina por afectar -como es la característica de este tipo de atentados- a toda la sociedad. Este es un momento de reflexión profunda sobre qué estamos haciendo mal, o qué hemos dejado de hacer como sociedad, como políticos y como gobierno.
No parece prudente en este momento dar recetas, ni menos dictar de memoria un sinnúmero de soluciones fáciles, cortoplacistas, sin ningún rigor técnico ni político. Mucho menos apuntar con el dedo acusador, revisando el pasado de cada uno de los actores políticos, para sacar réditos electorales. Ese es un ejercicio completamente inútil.
Ha llegado el momento de sentarse en una sola mesa, todos los actores, sin prejuicios ni resquemores, más allá del clientelismo y de las cloacas de las redes sociales y llegar a un gran acuerdo nacional. Un acuerdo que aborde sin ideologismos ni ventajas pequeñas, el problema del terrorismo en la Araucanía, la crisis del sistema penitenciario y el crimen organizado fruto de la migración descontrolada.
Sin “buenismos” por un lado y sin caricaturas por el otro, solo queremos generosidad y solidaridad con el pueblo chileno, que cada vez está más al borde de la desesperación. Son nuestros dirigentes de todos los colores y pelajes quienes tienen la responsabilidad de ponerse de acuerdo y consensuar un plan de acción que termine con el flagelo de la delincuencia y del terrorismo de manera integral.
Es el momento de la responsabilidad, de asumir los liderazgos que correspondan y acometer una tarea trascendente como es la seguridad y la paz social.
A los irresponsables que viven sacando cuentas alegres y sobándose las manos con los errores de los otros, los queremos lejos de esa mesa de unidad. Todos somos responsables de la crisis que estamos viviendo, pero unos son más responsables que otros. El pueblo transita más bien en la vereda de las víctimas y los Carabineros asesinados son parte de nuestro pueblo.
Solo con un gran acuerdo nacional, no solamente con leyes, sino que además con voluntad y consenso político, donde todos respetemos y apoyemos un plan que ofrezca grandes soluciones, por duras que nos parezcan algunas de ellas, porque tenemos enfrente un gran problema.
El momento es dramático pero aún estamos a tiempo, depende de nosotros mismos. Que la muerte de los tres mártires de Carabineros no sea en vano, el pueblo de Chile exige un gran acuerdo nacional que ponga freno al terrorismo y a la delincuencia del crimen organizado. En este momento están dadas las condiciones para ello, si nuestra clase política deja una vez más pasar la oportunidad, la historia los juzgará y Chile sufrirá las consecuencias de la falta de liderazgo, empatía e incapacidad de una generación de políticos a los que ciertamente la historia los despreciará y depositará en el cajón del olvido.