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“Aguantar los malos olores de esos buses, ir toda apretada con un tipo que ronca, sin poder dormir es no tener dignidad. Pobre seremos, pero hay que amarse un poquito”. Este comentario escuchado a una pasajera de una mala empresa de transportes, nos pone en el meollo de lo que se trata el viaje de la vida. ¿Tienes la calidad de vida que tu ser merece? Primero se trata de definir qué tipo de vida se merece el ser que soy. Porque si no tengo claro que mi vehículo corporal aloja a un huésped, llamado espíritu o Ser interno todo tenderá al fracaso. Si no sé de quién se trata, de quién está haciendo el viaje, voy a tender a bajarme en cualquier indeseada estación del camino. O no voy a poder elegir los compañeros del viaje. O me voy a conformar con demasiado poco. Y lo peor: sin darme cuenta voy a desfigurar la imagen divina que venía sembrada en mi alma como proyecto potencial.
Luego se tratará de establecer un plan de mejora contínua -kaizen dicen los japoneses- y una concepción ética de la vida y de las relaciones a largo plazo. Y ese plan tiene sus reglas precisas. Y no hay mejora si uno no es específico y concreto siguiendo determinadas reglas. Una de ellas es la de la distribución del tiempo en las cosas importantes que deseamos lograr. Y respecto a ello, la efectividad japonesa nos habla de que en todo trabajo es preciso emplear un 70% en planificación y un 30% de ejecución. Vale decir, mientras más importante sea algo, en lo que más nos debemos enfocar en tiempo es en planificar, aclarar, meditar, visualizar intensamente eso que queremos. Y en ese mismo Plan de mejora contínua o kaizen, como complemento del mismo es preciso ser consciente de la Ley de Pareto. Sí, esa del 80/20. Vale decir, la existencia de una proporcionalidad entre las acciones diversas en pos de objetivo o un resultado y los aciertos efectivos. Así, el 80% de las acciones, inciden directamente en solo un 20% de resultados. Ello se da cuando no se intencionan y planifican estratégicamente las dichas acciones. Por eso, se trata de invertir la proporción con deliberada conciencia selectiva, Así, dentro de ese 80%, si planificadamente seleccionamos y luego ejecutamos el 20% más clave y estratégico, lograríamos impactar en el 80% de los resultados.
Por tanto, en todo proyecto de vida, primero habrá que partir por un “Panel de los propios sueños”. Separar las áreas donde queremos los logros, y luego priorizarlos para después darles las respectivas asignaciones de tiempo, energía y recursos. Es decir, definir qué grandes logros acaricio tener en el área de los ingresos, en lo profesional, en los afectos, en el desarrollo interior, en el de ser en pareja, etc. Y esas metas asociarlas a imágenes inspiradoras que asuman su realización como si ya hubiese ocurrido. Con ellas en mano, a diario potenciarlas con la meditación, poniendo la emoción en cada fotografía de ese panel. Por tanto, definiendo primero los grandes sueños que enamoran a mi alma en los aspectos que más me importan, se tratará luego de hacer un “Listado de cosas por hacer” para cada área de logro. Una vez definidas dichas acciones, teniendo claro ese 20% estratégico, procederé a asignarle unos concretos plazos o fechas de ejecución. Vale decir, apuntaré acciones para el año, el mes, la semana y el día.
Pero si todo lo anterior nos complica, lo esencial será ubicar qué gran anhelo hace arder a mi alma. Solo un fuego entusiasmador por una hermosa causa va a poder hornear el pan de nuestros espíritus, moliendo el duro grano de nuestro egoísta corazón. Se trata entonces de identificar ese fuego, de jugarnos por un vicio redentor, una pasión capaz de hasta derretir el hielo de la muerte fina