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De 1835 a 1939 y el Chillán del futuro

La semana pasada se desarrolló una versión del “Congreso Futuro”, por primera vez en al ciudad de Chillán. La temática general fue lo que se le denomina como metaverso, y dice relación con cómo la revolución digital y la inteligencia artificial son parte de nuestra cotidianidad y de qué modo pueden incidir positivamente en nuestra vida diaria, o negativamente sino somos capaces de conversar con el metaverso y controlar sus efectos especialmente desde la ética.

Uno de los temas abordados por los especialistas internacionales que concurrieron a nuestra ciudad, fue la ciudad del futuro, abordado por la arquitecta española Marina Otero. Hablar de la ciudad del futuro en Chillán obliga a situarse en la historia. En efecto, el Chillan que hoy habitamos es una ciudad planificada, absolutamente artificial y que en su momento fue la ciudad del futuro.

Es trazada por Antonio Lozier, agrimensor francés contratado por el gobierno de José Joaquín Prieto, cuando Chillán nuevo y Chillán Viejo no sobrepasaban los 20.000 habitantes. Lozier interpreta perfectamente la decisión de política pública, hacer una trama urbana que sea capaz de convivir con el futuro. Así es que el Chillán Nuevo, primera ciudad republicana que nace en 1935, es prácticamente igual al Chillán actual.

Luego viene el quiebre de 1935, y en medio de la tragedia, las autoridades encabezadas por el presidente Pedro Aguirre Cerda, nuevamente hacen una apuesta y reconstruyen la ciudad mirando al futuro. Chillán tiene sólo 50.000 habitantes en ese momento y se reconstruye apostando por la más importante colección de arquitectura pública y privada chilena, adscrita al movimiento modernista que se instalaba en Europa a partir de la Escuela Bauhaus de Alemania.

Es como si hoy en San Carlos, se instalara el edificio del Gobierno Regional, la Municipalidad, el Teatro Municipal, la Catedral, el Edificio Copelec, los dos Liceos, la Escuela México, el Cuerpo de Bomberos y La Discusión, entre otros tantos edificios y más de un centenar de casas de arquitectura moderna. Es fácil imaginar el impacto que se produce a partir de esta reconstrucción que nuevamente mira al futuro.

Y la historia de la ciudad, de nuestra ciudad, debe ser el principal sustento del Chillán futuro. Cómo conversa el metaverso con esa historia o cómo se inserta Chillán en la revolución digital, en el uso de la inteligencia artificial. Qué significa una ciudad amable y escala humana en ese contexto, o sustentable y amigable con el medio ambiente. No se trata esta vez exclusivamente de la traza urbana o del tipo de arquitectura, sino de que cómo estos conceptos de ciudad logran internalizar y utilizar la revolución digital y la inteligencia artificial, no desde una perspectiva individual, sino que, en las polis, en la ciudad, lo que implica una utilización colectiva del metaverso.

No se trata, por tanto, de sueños futuristas como muchos lo imaginan, con rascacielos con formas audaces y vanguardistas, pero si se trata de una escala humana que converse con la inteligencia artificial, o de materiales que sean amables con el medio ambiente, o del internet de las cosas como parte de la gestión de la ciudad, o de la robótica como parte del tejido urbano.

La ciudad del futuro es lo que viene y en el caso de Chillán debe necesariamente conversar con su historia y de cómo sus gestores fueron capaces, en dos ocasiones (1835 y 1939), de mirar al porvenir.

 

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