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Uso de mascarillas

Mauricio Ulloa

El Ministerio de Salud anunció ayer que desde el 14 de abril no será obligatorio el uso de mascarillas en espacios abiertos. La medida se enmarca en el nuevo plan Seguimos Cuidándonos Paso a Paso, que contempla tres fases: Bajo Impacto Sanitario, Medio Impacto Sanitario y Alto Impacto Sanitario. En las dos primeras la mascarilla no será obligatoria en lugares abiertos que permitan al menos un metro de distancia entre cada persona. En lugares cerrados, en tanto, se mantiene la obligatoriedad de su uso.

La decisión obedece a lo que la autoridad sanitaria define como “una nueva etapa epidemiológica”, caracterizada por un descenso en la circulación del virus, una alta tasa de vacunación y la experiencia internacional que indica que su uso puede liberalizarse en algunos lugares o contextos, sin afectar negativamente la trayectoria de la pandemia.

Sin embargo, no todos están muy de acuerdo con la medida y argumentan que estudios recientes sobre transmisión de SARS-CoV-2, con y sin mascarillas, muestran que aún con una alta tasa de vacunación su uso contribuye a mantener los contagios a la baja, y no solo de coronavirus, sino también de otros virus respiratorios.

Igualmente, varios especialistas advierten sobre un componente simbólico importante, en referencia a que la mascarilla ha sido la mayor expresión de respeto a las medidas de autocuidado y protección comunitaria, y que relajar su uso sería una negativa señal.

Por lo mismo, es clave que la autoridad comunique adecuadamente los alcances de esta decisión. Bien lo dijo ayer la ministra de Salud, María Begoña Yarza: “Tenemos que enviar el mensaje correcto, no estamos eliminando la mascarilla. Lo importante es que la evidencia científica nos indica que hay lugares de bajo riesgo donde puede no utilizarse, pero debemos ser responsables”, cerró la secretaria de Estado.

Pasar la página de la pandemia es un anhelo universal que exige deberes individuales y colectivos que, aunque son conocidos, vale la pena recalcarlos para beneficio de todos, y que empiezan por no olvidar que para alcanzar ese objetivo, la mayoría de las personas deben tener las defensas suficientes para resistir los embates del virus con todas sus variantes y, de paso, evitar que éste se vuelva más agresivo y derrumbe lo logrado hasta ahora. En otras palabras, vacunarse de manera adecuada.

Hay que creerle a la ciencia. Las vacunas son seguras, funcionan y salvan vidas; el que crea lo contrario está rotundamente equivocado. Por eso, hay que insistir en que las personas completen los esquemas de vacunación y respeten las nuevas medidas de bioseguridad dispuestas por la autoridad, como el uso de mascarillas en los recintos cerrados. Pero hasta ahí. Lo demás puede generar costos innecesarios.

Necesitamos aplicar lo aprendido durante estos dos años en términos no solo de protección, sino también de cómo no afectar la vida cotidiana y economía de las personas.

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