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2018 arrojó más formalizados por manejo con alcohol en seis años

No hay, tal vez, ciencia exacta que explique por qué en Chillán, los años pares registran más casos de formalizados por conducir bajo influencia del alcohol o en estado de ebriedad, (CEE), que los años impares.

Con base en las estadísticas del Poder Judicial, desde marzo del 2012, cuando entraron en vigencia las modificaciones a la Ley de Tránsito, los años pares suman 1.838 formalizados en el Juzgado de Garantía de Chillán.En cambio, la sumatoria de formalizados por esta causa, en los años 2013, 2015, 2017 y en lo que va del 2019, es de 985. Un poco más de la mitad.

Tampoco es fácil de explicar por qué, si aumentaron las penas para quienes causan muertes por conducir en estado de ebriedad, si desde hace años que se aplican infalibles alcotest en las carreteras de Ñuble, y es cada vez más fácil que los tri-bunales le suspendan la licencia a los infractores, la cantidad de detenidos por esta causa, sencillamente, no baje.

Quien alguna vez presentara esta herramienta como elemento disuasivo para la conducción en estado de ebriedad, se equivocó.Es más, el promedio de for-malizados por conducir bajo influencia del alcohol o en estado de ebriedad es de 401 casos anuales en Ñuble, sin embargo, el 2018 se superó todo: 615 detenidos.

Nunca es suficiente

Mirando otra vez las cifras del Poder Judicial, se ve que el promedio de detenidos por CEE es de 33,4 personas al mes.“

Y eso es poco comparado con lo que uno ve en las noches, sobre todo, los fines de sema-na”, dice Antonio Quintana, conductor de radiotaxi Los Héroes.El chofer, y su hermano, Manuel (también taxista), chasquean los dedos en señal de desaprobación cuando se les habla de fiscalizaciones y alcotest.“Eso casi no se ve, hay muy poca fiscalización para la can-tidad de gente que maneja borracha en las noches. Eso es puro cuento, para entretener a la prensa, porque la noche te dice otra cosa”, añade Quintana.Sus razones para estar molesto estaban frescas, ya que hace dos semanas fue colisionado por alcance por un conductor en estado de ebriedad, quien trató de arrancarse tras el accidente.

“Lo tuve que perseguir y detener yo para que vinieran los carabineros a hacerle la alcoholemia”, acusa.La tarea de bajar las inciden-cias no es fácil y, al menos, en el Gobierno lo asumen así.La jefa (s) del Senda regional, Daniela Cisterna, explica que no es, necesariamente, el objetivo del narcotest ni del alcotest, ser un elemento de disuasión, sino una herramienta para entregar un medio probatorio expedito y confiable al Ministerio Público, encargados de sacar de circulación a los peligrosos.

Pero admite que “no nos podemos quedar de brazos cruzados y debemos sensibilizar a la población en los efectos nocivos de conducir bajo la influencia del alcohol y estupefacientes, creando una cultura preventiva”.De esa manera, se suma a la línea de quienes plantean las campañas educativas y pre-ventivas como las maneras de bajar la presencia de infractores en las carreteras. Los taxistas piden más ca-rabineros controlando en las noches, “pero sabemos que no se puede, es mucha más la gente que infringe las leyes que los que tratan de que eso no pase, así que al menos eduquen mejor a la gente”, finaliza el conductor de Los Héroes.

El narcotest

La ley que sanciona el condu-cir bajo efectos sicotrópicos tiene más de 15 años de vigencia.“Entonces, la cuestión es que no se saca nada con poner mano dura ni aumentar las penas si no hay una realidad fiscalizadora”, reflexiona el abogado penalista Ricardo Robles, quien suma incontables casos de defensa o querellas por estas causas en Chillán.En su experiencia, “hay un aumento en el consumo de drogas en Chile y no tengo dudas que eso también se ve en los conductores, pero no había como probarlo”.El jurista añade que “nunca me he encontrado con impu-tados que no conocieran las penas asociadas a ese delito. El problema no es que falte información, sino que no hay sensibilidad respecto al tema por parte de los conductores”.Hoy, que Ñuble cuenta con una nueva herramienta de fis-calización, como es el narcotest (llegaron 17 a todo Chile por un costo de $183 millones), es probable que las formalizaciones por conducir bajo efectos de estupefacientes nos den más de una sorpresa. La capitán Daniella Horma-zábal, jefa de la Subcomisaría de Investigación de Accidentes de Tránsito, explicó el día del lanzamiento del narcotest en Chillán que “nosotros no contábamos con herramientas para averiguar si las personas que eran objeto de investiga-ción por accidentes de tránsito estaban o no bajo efectos de las drogas, eso era un examen que se hace en el Servicio Médico Legal y cuyos resultados no son inmediatos”.

Más campañas

Hoy no parece haber dos opiniones. La clave es sensibilizar a través de campañas.“Eso es parte de lo que se está haciendo con el plan Elige Vivir sin Drogas”, apunta Daniela Cisternas.En tanto, el coordinador de Seguridad Pública, Alan Ibáñez, agrega que “fiscalizar y dar elementos probatorios con el narcotest y el alcotest es una excelente herramienta, pero sabemos que debemos apuntar a la educación y junto con el Senda, la Municipalidad y Carabineros, seguiremos trabajando con colegios, jun-tas vecinales, empresas y toda la comunidad en campañas preventivas”.A modo de ejemplo, cita el trabajo comunicacional reali-zado por la SIAT Ñuble en los últimos años “y lograron algo que no pasa en todos lados, que año tras año los accidentes fatales vayan a la baja en los últimos cuatro años”.

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