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Violencia omnipresente

Cada cierto tiempo, la opinión pública local es testigo de informes que dan cuenta de hechos de violencia al interior de los hogares o contra mujeres y niños.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar (ENVIF) 2022, un 23,3 % de las mujeres entre 15 y 65 años ha sido víctima de VIF los últimos 12 meses, y un 44 % de las mujeres ha experimentado violencia física, sexual o psicológica en algún momento de su vida.

A nivel regional, conforme a estadísticas entregadas por el Servicio Nacional de la Mujer Equidad de Género (Sernameg), el año pasado en Ñuble las denuncias sobre violencia intrafamiliar en contexto de pareja o expareja aumentaron en un 14,8% en relación a 2021-

En el caso de la violencia contra menores, de acuerdo a un estudio de Unicef, en Chile 3 de cada 4 niños y niñas son agredidos por su entorno. A nivel local, las cifras son igual de preocupantes. Un tercio de los menores de la zona sufriría maltrato físico y un 57% maltrato psicológico.

Esta situación particular que se presenta en el caso de la violencia contra los menores, en realidad está reflejando un problema mucho más amplio y complejo y que dice relación con la manera cómo estamos resol viendo los conflictos y el grado de violencia existente en la sociedad en su conjunto.

La agresividad entre los escolares, que se manifiesta en los juegos dentro de las escuelas y liceos, el bullying a que son sometidos niños y jóvenes por sus pares y la violencia que se da en ocasiones contra los docentes, también muestran la escasa capacidad que existe en el sistema educativo para resolver los conflictos de manera pacífica. En las redes sociales vemos con frecuencia ataques con arma blanca y golpizas donde se aprecia que los compañeros, a pesar de la violencia ejercida, no intentan detenerlas, sino por el contrario, las alientan.

Y hay muchísimas más expresiones de este mal social que nos está afectando, todas reveladoras de un fenómeno sociocultural que está desenvolviéndose de manera equivocada. Y es que las relaciones humanas no están ajenas a los conflictos. Por el contrario, son inherentes a ellas y por ende, resulta fundamental que las personas sepan solucionar sus diferencias de forma sana, donde el conflicto se transforme en una oportunidad de aprendizaje y no de revanchismo o venganza.

La legislación también juega un papel importante, lo mismo la justicia, que debe aplicar un castigo. Sin embargo, está demostrado que la sola sanción penal no es suficiente como modificador de conductas. En el caso de la violencia contra la mujer, por ejemplo, si quien es el causante no es sometido a un tratamiento de rehabilitación, tal vez cumpla su pena, pero una vez libre, probablemente volverá a actuar de la misma manera con otra víctima.

La violencia genera violencia y en la medida que seamos indiferentes ante quienes actúan agresivamente, difícilmente se podrán erradicar dichas conductas. La sanción social es tan importante como la legal para romper el círculo de la violencia que golpea a nuestra sociedad.

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