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Una segunda oportunidad

Hoy los chilenos elegirán a las cincuenta personas que integrarán el Consejo Constitucional, cuya misión es discutir y aprobar la propuesta de texto de nueva Constitución para Chile en la que está trabajando una comisión de expertos.

Luego de un intento fallido, este proceso constituyente vuelve a ser una oportunidad para que los chilenos se manifiesten respecto de los cambios que los distintos sectores políticos promueven a partir de la lectura que hicieron del llamado estallido social de 2019.

Sin embargo, a diferencia del proceso anterior, éste ha concitado mucho menos interés por parte de la ciudadanía, de hecho, existe una gran preocupación en el mundo político frente a la tasa de participación que se observará en la elección de hoy, incluso en un contexto de voto obligatorio, así como respecto del número de votos nulos y blancos que se registrarán, en lo que se podría interpretar como un castigo de la población al manejo de la situación crítica en materia económica y de seguridad o bien como el desencanto frente a un proceso que, a todas luces, perdió la mística que tuvo para algunos sectores en sus inicios.

En ese sentido, el llamado voto de castigo hacia la llamada “clase política” o hacia el gobierno, también podría traducirse en un mayor caudal de votos para aquellos partidos de oposición que han criticado este proceso desde su génesis, como el Partido de la Gente y el Partido Republicano, lo que podría inclinar la balanza en el debate al interior del Consejo Constitucional.

Dado que, a diferencia del fracasado proceso constituyente anterior, ahora existen los llamados “bordes” que literalmente ponen límites a los ímpetus reformistas, así como también una comisión de expertos elegida por los partidos que está redactando una propuesta de texto constitucional, el espacio para los cambios que prometió la izquierda se redujo bastante, por lo que también disminuyeron las expectativas y el entusiasmo de algunos sectores más radicales con este proceso.

A pesar de lo anterior, no da lo mismo ir a votar o no y tampoco da lo mismo por quién votar. Hoy la responsabilidad cívica de los chilenos es tan necesaria como en el plebiscito de salida del 4 de septiembre del año pasado, cuando se impuso la moderación frente a una propuesta extremista que concitó un apoyo minoritario.

Para aquellos que quieren cambios como para los que desean mantener la actual carta magna, esta elección será clave en la definición de la magnitud de dichos cambios, particularmente en aspectos controvertidos, como la provisión de salud y de educación, el sistema electoral, la protección del medio ambiente y el sistema de pensiones, pero también en otros donde existe más consenso, como la descentralización.

Ciertamente, una nueva constitución por sí sola no constituye una respuesta a las demandas sociales que se levantaron con fuerza en la revuelta de 2019, por lo que la expectativa debe estar puesta en los principios rectores que definan el actuar del Estado en la satisfacción de esas demandas, sin “amarrar” constitucionalmente soluciones específicas que se conviertan en una camisa de fuerza para un texto que debe proyectarse para los próximos cincuenta o cien años.

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