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Una pregunta necesaria

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La desigualdad en Chile no solo se manifiesta en las brechas de ingresos de las familias, sino que también a través del acceso a bienes y servicios, donde además del poder adquisitivo, inciden otros factores, como la ruralidad.

En la región de Ñuble, donde el 40% de su población vive en zonas rurales, este tema es fundamental, porque se traduce en problemas de conectividad, transporte y de acceso a servicios básicos, como agua potable, electricidad, internet, salud y educación, entre otros.

Un símbolo de esta brecha lo representa el alto porcentaje de rutas sin pavimentar, que bordea el 80%, lo que dificulta el transporte de personas y carga, favoreciendo el aislamiento de las comunidades rurales, con negativas consecuencias en la calidad de vida de sus habitantes, como ocurre, por ejemplo, con la atención oportuna de salud.

Los caminos de tierra o ripio, además de generar polvo en verano y barro en invierno, constituyen un obstáculo a la hora de emprender, porque reducen las posibilidades de transportar productos agrícolas en buenas condiciones, lo que también eleva los costos, disminuyendo la competitividad de estos productores. Esto también aplica para otras actividades económicas, como el turismo, considerado otro de los ejes de desarrollo económico de la región.

De igual forma, las limitaciones de acceso a agua potable y a servicios sanitarios representa un obstáculo insuperable si se pretende entrar al negocio de la elaboración de alimentos o al turismo, lo que acrecienta aún más las desigualdades entre los habitantes de zonas rurales versus urbanas. Aquello resulta paradójico si se considera que los mayores atractivos turísticos y el grueso de la producción agropecuaria se concentran precisamente en las zonas rurales.

Esta desigualdad ha perpetuado las tradiciones en los campos de Ñuble, pero también la pobreza y el aislamiento, lo que ha tenido como principales con secuencias la progresiva migración de sus habitantes hacia las ciudades, con lo que las comunidades rurales se están envejeciendo.

Es por ello que la creación de la región de Ñuble, hace 5 años, traía consigo el desafío de orientar buena parte de los recursos y la atención hacia las necesidades del mundo rural, que por años fueron postergadas debido, en gran medida, al centralismo que ejercieron Santiago, Concepción y Chillán, en sus respectivas esferas de acción.

Cabe entonces analizar si en este breve período de vida independiente hemos crecido económicamente y mejorado nuestros indicadores de bienestar y desarrollo. La respuesta sería afirmativa, según recientes informes y estudios de entidades públicas y privadas; pero también debemos preguntarnos si ese crecimiento ha sido equitativo, con una adecuada planificación del desarrollo regional y del territorio, y recordando siempre que su origen está en la ruralidad hoy postergada, y que es donde se cultiva el futuro de la economía regional.

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