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Tras la virtud

Hace unos meses la publicación de Tras la virtud cumplió 40 años y bien podríamos afirmar que dicho texto se ha establecido como un clásico en la filosofía política. Esta es una investigación que ocupó a Alasdair Macintyre cerca de una década, y que complementó luego con otros dos sugerentes libros en el ámbito de la filosofía política, Justicia y Racionalidad, y Tres versiones rivales de la ética. Ahora bien, hay por lo menos tres temas abordados en Tras la virtud que resultan especialmente valiosos para los tiempos actuales.

En la primera parte del libro, se plantea un análisis acerca del emotivismo ético que alimenta gran parte de las ideas morales actuales. Las teorías emotivistas son en definitiva, una moral del sentimiento subjetivo desarrollada por los filósofos ingleses de comienzos del siglo XX, y que arranca de la convicción sobre la imposibilidad de dar una justificación racional de la moralidad objetiva. Frente a este emotivismo ético, defiende MacIntyre tanto el carácter racional y objetivo de la moralidad del obrar humano como también la necesidad de que ésta recupere la fundamentación basada en los fines de la existencia humana que había propuesto Aristóteles.

Por otra parte, el filósofo escocés le dedica agudas observaciones a la amistad como vector que posibilita a las sociedades buenas, tal como ya lo había anticipado Aristóteles en su ética y política. “No es de maravillar -apunta MacIntyre- que la amistad haya sido relegada a la vida privada y por ello debilitada en comparación con lo que alguna vez significó. La amistad, por supuesto, en opinión de Aristóteles, conlleva afecto. Pero ese afecto surge dentro de una relación definida en función de una idea común del bien y de su persecución”. Así, siendo el afecto un elemento usualmente presente en la amistad, llegando incluso en la perspectiva moderna, a ser “el tema central de la amistad”, sin embargo, hemos de entender que él es secundario (“que no es lo mismo que decir que no sea importante”) ya que lo que convierte a esta virtud en epicentro de una buena ciudad es algo más trascendente, en tanto implica una visión compartida de los fines existenciales.

Mención especial merece la novedosa forma en que MacIntyre entiende las virtudes, el fin de la vida y la mejor conformación de la sociedad. Sin pretender ser exhaustivos, podemos mencionar que estos asuntos morales los expone en el contexto de prácticas que conforman una unidad narrativa en vistas al florecimiento personal. De tal forma, cada persona participando en diversas comunidades debe buscar y encontrar el contexto para su florecimiento, experiencia en la que cuenta con todos los aspectos favorables de la tradición. Renovando la lectura aristotélica, en Tras la virtud el escocés sitúa el sentido de la vida humana como la posibilidad cierta de lograr el florecimiento personal a través de la práctica objetiva de bienes morales: “ la vida buena para el hombre es la vida dedicada a buscar la vida buena para el hombre, y las virtudes necesarias para la búsqueda son aquellas que nos capacitan para entender más y mejor lo que la vida buena para el hombre es”.

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