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Jackson, “pato malo”

La expresión “pato malo”, nace en el campo chileno para nombrar a los patos machos que atacan y matan a las crías de otras camadas. Desde el campo, esta denominación de patos malos migra a la ciudad para llamar “patos malos” a delincuentes de toda la gama, desde homicidas hasta pequeños burreros, pasando por ladronzuelos, asaltantes, estafadores y timadores. Se distinguen además por su forma de hablar, propia del coa y por su desenfadada forma de relacionarse con los demás.

A raíz del robo de los computadores, el ministro Giorgio Jackson ha sido tratado como un verdadero pato malo. Ya no se trata de la cloaca de las redes sociales, sino que de respetables (no sé hasta dónde), actores políticos, algunos de los cuales gozan de fuero parlamentario. Entre ellos uno de los más importantes partidos de la oposición, como es la UDI; quien además ha condicionado su permanencia en la mesa de la reforma previsional, a la salida del ministro Jackson del gabinete.

Muchos no guardan ninguna simpatía por Jackson, desde que dijo que donaba la mitad de su sueldo y resultó que se lo pasaba a una fundación de su propio partido para hacer proselitismo político, hasta sus declaraciones de superioridad moral respecto a las generaciones anteriores, les resulta imposible establecer con él una mirada de confianza hacia su actuar público y político. Pero de ahí a tratarlo como “pato malo” hay una sideral distancia.

Que actores serios o supuestamente serios como el senador Fidel Espinoza, que lo trata como jefe de una banda delictual o la UDI que en una declaración oficial lo vincula a este hecho para pedir su salida, sobrepasa todos los límites de la amistad cívica y convivencia democrática.

Maquiavello acuñó la máxima “el fin justifica los medios”, la que abrazaron con entusiasmo dictaduras de todos los colores, incluida la dictadura de Pinochet. Hoy aparece una versión contemporánea de la máxima de Macchiavello, el “Todo Vale” por conquistar un puñado de votos. El resultado de esta despiadada persecución contra el ministro Jackson es que la gente se aleje cada vez más de la política, se debilite la democracia y el rol del Estado, y por último abre las puertas a populismos extremos, que en este caso han estado silenciosos. A río revuelto ganancia de pescadores, deben estar pensando, mientras se frotan las manos.

Cuando se traspasan lo límites de lo que es la ética pública para hacer política, los resultados son catastróficos y deriva en que los árboles no dejan ver el bosque.

Hace una semana una acusación constitucional contra el ministro de Educación termina siendo en los hechos un juicio homofóbico por su condición sexual, y ahora el trato de “pato malo” a un ministro de Estado, lo único que consigue es alimentar la bestia que cada uno de nosotros lleva adentro e impide ver con claridad los problemas de la gente y la búsqueda de soluciones. Como diría Bombo Fica: “Sospechosa”

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