Señor Director:
Para nadie es ajeno el espíritu solidario de nuestro pueblo, que ha quedado demostrado en múltiples ocasiones que han sido mar-
cadas por algún desastre. Hoy lo vemos reflejado en los aportes y actitudes de la gente común y principalmente en los integrantes de
las instituciones que nos apoyan diariamente desde el anonimato de su membresía.
La solidaridad, sin embargo, no debe ser practicada sólo en las circunstancias de desastres o eventos puntuales. Esta debe ser siempre
una actitud permanente y no reactiva, característica de nuestra idiosincrasia. Actuar solidariamente debe ser nuestra permanente
preocupación para con quienes han sufrido los embates de la naturaleza o la vida. Al respecto, mucho se ha hablado de las responsa-
bilidades, a propósito de los incendios forestales. Sean estos intencionales o por negligencia humana, los efectos son los mismos.
La industria forestal ha sido uno de los pilares del progreso y economía de nuestro país, creando miles de empleos directos y otros
miles de empleos indirectos que han ayudado a muchas familias a vivir decente y dignamente. Dicho esto, me pregunto si alguna de
las grandes empresas forestales o industriales ha contribuido -en la medida que los ciudadanos lo han hecho-, a la reconstrucción que
ya comienza, con aportes sin costo, en maderas elaboradas o planchas de zinc para los techos.
He leído con estupor y decepción, en La Discusión, hace unos días, que una industria fabricante de casas de emergencia ha doblado
el precio. ¿Qué justificación puede esa empresa darle a la comunidad si no es aprovecharse del dolor y la desgracia de un pueblo? ¿Qué
lugar ocupa la solidaridad en las empresas? Necesito una respuesta.
Mario E. Arenas Wildne
