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Sector gastronómico

El sector gastronómico es una de las actividades económicas que más ha sufrido con la pandemia. Fue de los primeros en verse afectados por las restricciones sanitarias y será una de los últimos en recuperar su ritmo habitual.

Hace siete meses, de la noche a la mañana, cientos de restaurantes, pubs, cafeterías y negocios gastronómicos, se vieron forzados a cerrar sus puertas. No tuvieron el suficiente pulmón económico. De hecho, se han destruido miles de empleos y si algunos tenían alguna posibilidad de sobrevivir, entraron en la “lista negra” de negocios de altísimo riesgo para los bancos.

Son sobrecogedores los testimonios de los dueños de restaurantes, que solo han recibido facilidades del municipio de Chillán para habilitar terrazas en el espacio público, pero han visto pasar por el lado los créditos Fogape y los recursos del programa Reactívate, de Sercotec. Es, precisamente, ese abandono el que ha motivado la unión de los empresarios gastronómicos de Chillán en una asociación gremial que ha decidido llamar la atención de las autoridades, con una manifestación de protesta programada para mañana.

Por otra parte, el servicio de delivery ha sido de ayuda, pues ha permitido que una parte de los locales funcione como alternativa a la cadena de alimentación, pero la realidad es que los ingresos por este ítem están muy por debajo de los que se obtienen en un escenario de normalidad, haciendo muy exiguo el flujo de caja, lo que solo permite costear mínimos gastos de operación.

Por eso también han apelado a la comprensión de proveedores, arrendadores, de las denominadas empresas de última milla y de los operadores de los sistemas de pagos con tarjeta, para que reconsideren sus cobros y porcentajes de comisiones. En el escenario actual, adquieren una mayor relevancia porque restan una parte importante de los mínimos ingresos que están generando los restaurantes.

Suele decirse –y con razón- que por cada trabajador gastronómico, en un local debe calcularse que gira un mundo laboral de al menos diez personas, entre proveedores, personal de cocina, repartidores, limpieza, etc. Y en una ciudad como Chillán, esa sola ecuación convierte a la actividad en un importante motor de la economía.

Ahora, en medio de la pandemia que detonó un violento freno a toda la actividad económica, la gastronomía atraviesa una crisis que, de no tener una rápida respuesta por parte de las autoridades, puede convertirse en terminal.

Los empresarios claman por una rápida solución, mientras desde el Estado se demora una respuesta, poniendo en primer plano el complejo equilibrio entre la protección de la salud y la economía.

Esa dicotomía, bien sabemos, a nada bueno conduce. La salud, sin duda, es lo primero, pero ante los positivos indicadores epidemiológicos de las últimas semanas, la presentación de los protocolos de funcionamiento que reclaman los empresarios locales debería ser atendida y respondida rápidamente. Se trata de una actividad relevante de nuestra economía y el costo social de su quebranto puede terminar siendo una herida mortal. 

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