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Postergada puerta norte

Mauricio Ulloa

La arbitraria distribución del presupuesto nacional para obras públicas viales y las deficiencias a nivel local para planificar y obtener recursos, han condenado a la postergación los proyectos más relevantes de Chillán. El inventario es extenso y voluminoso en inversiones (supera los 300 mil millones de pesos) y ha obligado a priorizar proyectos.

En ese ejercicio, las avenidas Alonso de Ercilla y Huambalí llevan ventaja. La modernización de ambas se encuentra en desarrollo, sin embargo, es necesario no perder de vista otras arterias, igual o incluso más importantes para la ciudad, que evidencian un creciente deterioro.

Es el caso del acceso norte a Chillán, donde la mala calidad del pavimento, la falta de señalética y una serie de otras deudas urbanísticas hablan a las claras del rezago de un sector que espontáneamente y de forma paulatina, tras la instalación del peaje a fines de los 90, se transformó en la prolongación de la Avenida O’Higgins.

De hecho así es considerada oficialmente desde 2008, cuando se comenzó a analizar su factibilidad, precisamente como la quinta etapa del proyecto que ha ido modernizando la principal arteria de la ciudad. Hoy de ese proyecto no hay antecedentes claros. Se cree que costaría del orden de 50 mil millones de pesos, pero se desconocen aspectos más concretos.

Así las cosas, en el mejor de los casos este proyecto recién estaría en una fase primaria, iniciando el largo y complejo tránsito por la burocracia estatal para obtener recursos, lo que podría ocurrir recién dentro de una década.

Hasta ahora solo hemos visto obras de menor envergadura, que han mejorado un poco la seguridad, tales como nueva señalética e iluminación, pero falta una remodelación mayor para un sector que ha ido sumando conjuntos habitacionales, industrias, establecimientos educacionales, y el casino y un hotel, cuyos propietarios realizaron obras de mitigación vial para mejorar la seguridad de los usuarios frecuentes de la variante Nahueltoro. A esto podría sumarse el desplazamiento del peaje o su remodelación como resultado de la nueva concesión de la Ruta 5, pero todo el tramo, desde la actual plaza de pago hasta la ciudad, es responsabilidad del gobierno local y del Serviu, las dos entidades que en las últimas décadas han fallado en sacar adelante un proyecto renovador para la puerta norte de la ciudad.

Grandes iniciativas viales que nunca se concretan han sido una constante para los habitantes de la capital de Ñuble en los últimos 30 años, a tal punto que hemos desarrollado una malsana pasividad para esperar –finalmente en vano- que las obras proyectadas sean una realidad.

Es de esperar que el acceso norte no engrose ese listado y las conocidas limitantes presupuestarias y de capacidad de gestión sean superadas por una planificación eficiente y la voluntad política de las actuales autoridades comunales y regionales para sacarla adelante, dándole los mejores usos posibles a capacidades profesionales y recursos otrora malgastados en finalidades subalternas.

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