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Por la razón o la fuerza

“Tener mayor respeto por la autoridad” fue el llamado que realizó el nuevo jefe de Defensa de la Región de Ñuble. La cita de la autoridad nos recuerda que, en septiembre próximo, se cumplen los 100 años desde que se firmó el Decreto que reconoce la frase “Por la razón o la fuerza” como emblema del escudo nacional.

La razón reconoce la importancia de vivir en comunidad. La lógica señala que, dentro de los valores fundamentales de la sociedad constituida, se encuentra el fortalecimiento de una sociedad democrática con derechos y deberes que permita el desarrollo de la persona y el bien común. A mayor abundamiento, la razón que da sentido a la vida en comunidad son aquellos valores que comulgan con el respeto a los derechos humanos, la dignidad de la persona, la preservación del medio ambiente y la paz social, entre otros.

En un período de crisis sanitaria donde es vital la cooperación ciudadana, se requiere más que nunca afinar la sintonía de la población con sus autoridades. Para cumplir dicho objetivo, se dispone de la institucionalidad que entrega la garantía para la estabilidad y predominio de la razón. Cuando todo falla, la fuerza es el último mecanismo que considera el Estado de Derecho para retomar el cause hacia la búsqueda del bien común.

En la actualidad, sin embargo, la población no ha escuchado el llamado de la autoridad. La sintonía de la sociedad en torno a objetivos comunes que demanda el ordenamiento institucional se ha degradado en forma acelerada. La evidencia muestra que los mensajes de la autoridad no llegan correctamente a los oídos de la sociedad. La comunicación vertical y horizontal tiene demasiadas interferencias.

Todas las organizaciones intermedias, que históricamente servían de puente entre la autoridad y los ciudadanos, han dejado de cumplir su rol de enlace o vasos comunicantes entre los distintos actores de la sociedad. Frente a esta realidad, se ha generado un tono amenazante de la autoridad para obligar a la población a cumplir con las normas sanitarias que exige la gravedad de los acontecimientos. Las advertencias de las penas del infierno que majaderamente utilizan los agentes del Estado no han logrado los objetivos perseguidos. Un marco normativo que aumente las sanciones para quienes infrinjan la norma sanitaria, ha sido el más reciente de los estériles esfuerzos de la autoridad para someter a la población rebelde.

La respuesta de la sociedad difícilmente va a cambiar si el sistema de comunicación del Estado y su institucionalidad no se actualiza de acuerdo con los nuevos códigos de comunicación que surgen de una sociedad en red. Por otra parte, la velocidad de respuesta del sistema público ha dado muestra de estar muy por debajo de estándares de las emergentes demandas sociales. Finalmente, la administración pública no dispone de tecnologías para sintonizar con una población que es diversa y tiene una mayor predisposición a cambiar de frecuencia.

En la actual realidad, las interferencias que generan los intereses particulares impiden que el mensaje llegue a la población en forma nítida y precisa. En este ambiente, el comportamiento ciudadano refractario a la razón o la fuerza, ha conducido al caos y la anarquía. Paradojamente, el vacío de poder es el resultado de una sociedad de la información que desinforma a su población.

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