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Ñuble y el año de los desastres naturales: Cronología de los incendios e inundaciones

Expertos, meteorólogos y climatólogos lo anunciaban hace un año: Existía una alta probabilidad de que el fenómeno de El Niño se desarrollase en el Océano Pacífico durante el 2023 y, con ello, el invierno en Chile traería grandes cantidades de lluvia.

Pero, en ese entonces, solo eran supuestos y probabilidades, nada concreto. La preocupación estaba enfocada en lo que iba a pasar durante los meses de enero y febrero, ya que también se anunciaban altas temperaturas, algo normal en verano para Chillán, pero esta vez fue totalmente distinto.

Estos dos pronósticos se desarrollaron de manera diferenciada, es decir, cada uno por su lado. Mientras Chillán registraba el 3 febrero una temperatura récord de 43 grados Celsius, 4 meses después, el 24 de junio, la capital regional enfrentaba las lluvias más intensas de los últimos 7 años. Dos fenómenos provocados por causas completamente diferentes, pero con resultados exactamente iguales: Damnificados, casas totalmente destruidas y familias aisladas.

Las altas temperaturas, por una parte, ayudaron a la propagación de los incendios forestales durante febrero, una catástrofe que se vio desde dos polos muy distintos. Mientras Quillón o Ninhue estuvieron al borde de verse consumidas por completo, las ayudas a los damnificados en otras comunas eran entregadas de forma inmediata. Esa fue la tónica de dicho mes. La amenaza de las llamas jamás se detuvo, pero había que actuar rápidamente entregando ayuda a las personas que podían recibirlas.

En tanto, durante las lluvias, estas provocaron el desborde de prácticamente todos los ríos de la región, dejando a miles de personas aisladas, carreteras destruidas y viviendas inundadas. El caso es que, durante junio, el fenómeno de lluvias intensas duró aproximadamente 4 días, lo que dio paso a que se pudieran evaluar de forma inmediata a los damnificados, algo que durante los incendios nunca fue así: el número de familias que perdían su hogar por las llamas subía de manera diaria.

Y cuando se pensaba que las catástrofes naturales habían dejado Ñuble por este año, en agosto, solo dos meses después de las lluvias de junio, nuevamente Ñuble sufrió un sistema frontal que dejó más damnificados, en las mismas zonas donde ocurrieron desbordes de ríos hace tan solo ocho semanas atrás. El panorama fue complejo y por momentos, la situación parecía descontrolada.

Ambos fenómenos fueron producidos por el cambio climático, pero también por la acción humana. El 99,9% de los incendios forestales son generados por las personas, algo totalmente evitable. Mientras que, en el caso de las inundaciones, muchos damnificados se encontraban viviendo cerca de los cursos naturales de los ríos, lo que, con una buena planificación territorial, también se hubiera evitado.

Así lo comentaron los expertos durante todo el año. Fue el mismo presidente Gabriel Boric, quien señaló en su primera visita a la comuna de Quillón en febrero, que iban a trabajar para mejorar el ordenamiento, alejar a las viviendas de los bosques, trabajar en prevención e invertir recursos de combate.

El inicio de todo: Febrero en llamas

Eran cerca de las 19:30 horas del miércoles 1 de febrero cuando las sirenas de todos los cuarteles de bomberos de Chillán y Chillán Viejo empezaron a sonar. La alarma venía desde camino a Quilmo, en la ruta que une la capital regional con Pinto. Un incendio forestal de grandes proporciones abarcaba una gran extensión de matorral seco y árboles. La temperatura de ese día, que alcanzaba los 31°C, no ayudaba en nada al combate de las llamas.

El incendio poco a poco comenzó a quemar más hectáreas y cerca de las 22:30 horas, casi toda la Villa Jerusalén tuvo que ser evacuada por el riesgo de que las llamas alcanzaran las casas. Rápidamente aeronaves de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) de Ñuble, Bomberos, Carabineros y personal del Ejército acudieron al lugar y evitaron un desastre aún mayor.

El peligro era inminente y los registros de ese día dieron cuenta que casi por milagro ninguna casa fue alcanzada por el fuego. Cerca de las 00:30 horas del jueves 2 de febrero, el alcalde de Chillán, Camilo Benavente, confirmaba que las llamas estaban controladas, pero no extintas.

Al día siguiente, el panorama era desolador. Si bien, ninguna de las viviendas sufrió daños, las llamas quemaron por completo cuatro estructuras y el saldo total fue de 1.230 hectáreas consumidas.

“En segundos, se formó una especie de U, no sabíamos para donde arrancar. El fuego prácticamente nos encerró, fue atroz para toda mi gente, lo más importante para nosotros era la vida”, comentaba Cecilia Aravena, una de las vecinas de la villa.

Poco menos de 24 horas después del inicio de las llamas en dicho sector, los ojos se enfocaron ahora en Quillón. Un incendio generó alarma generalizada en la celulosa Nueva Aldea. Los videos eran escalofriantes. La ruta del Itata tuvo que ser cortada en su totalidad y el incendio quemó parte de la estructura.

Otros incendios se generaron en Yungay, Coelemu, Ninhue, Portezuelo, Ránquil, Quirihue, Chillán Viejo, Pemuco, El Carmen y San Fabián. Pero esa jornada nuevamente la preocupación se instaló en Chillán, esta vez en la Villa Doña Francisca, camino a Las Mariposas.

43 grados

La alarma se encendió el 3 de febrero porque se esperaban 43 grados de temperatura para la capital regional. Eran más de 13 los incendios en combate y el clima para nada ayudaba a reducir la propagación de las llamas. El calor era insoportable y prácticamente quemaba la piel.

Ese viernes, el presidente Gabriel Boric, junto con el ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, llegaron a las oficinas del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) en Chillán, para coordinar la táctica de combate.

Esa misma jornada, el gobierno decretó estado de catástrofe para toda la región de Ñuble con el fin de facilitar la ayuda y las respuestas de emergencia. Los incendios abandonaron Chillán, para concentrase en las comunas externas. El humo era visible en toda la ciudad, lo que ayudó a que la temperatura se regulase. Desde ese momento, se definieron los dos frentes, el de combate y ayudas.

Con el pasar de los días, las hectáreas consumidas aumentaban y los damnificados también. Para el 5 de febrero, las personas afectadas llegaban a las 1.256 y las sin agua alcanzaron un punto crítico, ya que más de 15 APR no tenían conectividad por ser alcanzados por las llamas, o por no tener electricidad.

Al 6 de febrero, los incendios en combate eran 18, con una afectación superior a las 27.600 hectáreas. El siniestro con más superficie consumida en este entonces correspondía al de Santa Gertrudis, en Quillón, alcanzando las 7.627 hectáreas, casi el triple de toda la superficie quemada durante la temporada 2021-2022 en Ñuble.

Dos días más tarde, el 8 de febrero, se decretaba toque de queda para toda la provincia de Itata y en Quillón, en la provincia de Diguillín.

El comienzo de la reconstrucción

Mientras las llamas seguían afectando con fuerza a la región, el viernes 10 de febrero el presidente Boric visitó Quillón para ver el estado de las familias y anunciar un plan para ir en ayuda de los damnificados.

“Es importante estar aquí en terreno porque esta es una ruralidad que no se ve desde Santiago. Quiero que sepan que lo prioritario es avanzar en el control de la emergencia y también tenemos que trabajar paralelamente hacia la atención temprana y luego en la reconstrucción”, mencionaba el mandatario en la plaza de armas de Quillón.

Esa fue la prioridad del gobierno y a medida que avanzaban los días, se fueron catastrando a todos aquellos damnificados por la emergencia. También se entregaron diversos bonos y, además, fueron otorgadas las viviendas de emergencia. La primera de ellas, en Ninhue, el 14 de febrero. Los focos, con el transcurso de las semanas, fueron controlándose poco a poco, pero el daño era demasiado cuantioso.

En números, fueron 357 viviendas siniestradas, 1.500 damnificados, 1 fallecido y más de 70.000 hectáreas consumidas en cerca de 1 mes de emergencia. Las temperaturas comenzaron a disminuir y con ello, los incendios también bajaron su intensidad.

A fines de febrero, la emergencia real se daba por superada y el 25 de dicho mes, se canceló la alerta roja emitida en toda la región, para bajarla a amarilla y con ello, poner fin también a la temporada más cruda de incendios forestales.

Para mediados de abril, se habían levantado la mitad de las viviendas de emergencia, junto con la entrega de los bonos de ayuda. El mundo agrícola también fue duramente afectado, es por ello que el Ministerio de Agricultura y las distintas entidades relacionadas al agro, invirtieron más de $50.000 millones en múltiples ayudas. Las diversas empresas vitivinícolas, así como también apicultores, también recibieron apoyo económico.

“La primera gestión que hice apenas asumí como delegado Presidencial Regional de Ñuble fue contactar a Senapred y realizar un Cogrid, ya que la prevención de los incendios forestales es una de nuestras principales prioridades. Febrero de 2023 fue un mes desafiante, donde aprendimos valiosas lecciones que nos han permitido planificar de mejor forma la temporada de altas temperaturas en la región, con preparación para dar una respuesta efectiva frente a las catástrofes naturales que nos afectaron”, sostuvo el actual delegado presidencial de Ñuble, Anwar Farrán.

El rol preventivo de cara a la temporada 2023-2024 ha sido fundamental. Cabe destacar que, entre todas las ayudas entregadas, junto con las viviendas, kits de emergencia y plan de reconstrucción, le significó al gobierno una suma de más de US$ 300 millones, un monto que, trágicamente, será superado por las inundaciones.

Un invierno aún peor

El primer aviso de lluvias ocurrió en abril. Lejos de ser un mes lluvioso, significó la primera caída de agua importante. Nunca se pensó en ese momento que este año iba a ser el más lluvioso en casi una década. Normal en sentido de registros históricos, porque el agua caída en junio y agosto, fuera de ser común, fue calamitosa.

Los primeros problemas comenzaron a surgir en comunas como San Fabián o San Carlos. El jueves 22 de junio empezó a llover con fuerza y siguió así hasta el 26. Cuatro días de intensas lluvias que desbordaron los ríos Chillán, Ñuble, Diguillín, Niblinto e Itata, dejando miles de damnificados en comunas como Pinto, Coihueco, Chillán, Ñiquén, San Nicolás o Quillón.

Los principales problemas surgieron con el corte de caminos, más de 20 en los primeros días de emergencia, que hasta el día de hoy varios se mantienen en mal estado. En Coihueco, por ejemplo, se destruyó por completo el acceso al sector de Minas del Prado por la crecida del río Niblinto, dejando a más de 1.000 personas aisladas. La fuerza del agua se llevó todo a su paso.

El saldo de dicha emergencia quedó en 3.500 damnificados, más de 1.300 viviendas destruidas y 200 milímetros de agua lluvia caída en menos de 5 días, números récords en la región de Ñuble. El problema con los puentes también fue crítico. Muchos de ellos se quedaron sin conectividad, destacando El Parrón, en Yungay, o el Zapallar, uno de los más afectados por la crecida de los ríos.

Como si fuera costumbre, el presidente Boric llegó el 29 de junio a la comuna de Coihueco para revisar los trabajos en cuanto a la recuperación de los caminos. En específico, inspeccionó las obras de la ruta hacia el sector de El Calabozo, donde el río Cato se llevó un tramo de camino.

Días posteriores estuvieron enmarcados en la aplicación de la Ficha Básica de Emergencia, donde, al igual que los incendios, se aplicó a todas aquellas personas que sufrieron afectación directa por las inundaciones. El clima durante julio se estabilizó, y el Ministerio de Obras Públicas se concentró en recuperar las rutas afectadas. La mayoría pudo reconectarse, pero no por mucho, ya que dos meses después, la lluvia nuevamente cayó con fuerza en la región. Se estimó que para esta emergencia, el daño provocado en los caminos de Ñuble superó los 24 millones de dólares.

En pleno desfile del 20 de agosto en Chillán Viejo y nuevamente con la presencia del presidente Boric, Ñuble veía como de nuevo un sistema frontal entraba con fuerza, esta vez, para dejar otros 170 milímetros de agua lluvia caída. Fue como si se repitiese la pesadilla. Nuevamente los principales ríos de Ñuble se desbordaron, interrumpiendo 16 rutas.

Se indicó que estas lluvias fueron incluso más graves que las de junio. “Estábamos preparándonos para el proceso de reconstrucción que venía, cuando nuevamente se levanta este evento. Estamos en un momento complicado para nosotros como Ministerio, porque tenemos que ver cómo vamos a tener los recursos necesarios para la tercera emergencia que tenemos en el año en la región de Ñuble”, comentaba en ese entonces el seremi de Vivienda y Urbanismo, Antonio Marchant.

Las cifras contabilizaron 1.731 viviendas con daños, 1.697 damnificados, 1 fallecido y con afectación directa a más de 32.000 personas.

Desde el MOP de Ñuble indicaron que solo este 2023, serán invertidos más de $62.000 millones en reconstrucción por los sistemas frontales, tanto en vialidad, mantención de caminos, reconexiones y reconstrucción de sistemas de agua potable dañados.

Lecciones aprendidas

Autoridades de la región resaltaron la importancia de lo aprendido durante este año, tanto en los incendios, como en las inundaciones.

El gobernador regional de Ñuble, Óscar Crisóstomo, indicó que “es indudable que lo vivido en 2023 nos dejó como lección, la oportunidad de estar mejor preparados y por eso asumimos el liderazgo para fortalecer la acción coordinada, no sólo entre los servicios públicos, sino también con los privados y con la comunidad; educar y realizar las inversiones necesarias que nos permitan mitigar riesgos”.

La autoridad regional destacó y aseguró que “entendemos que todos los esfuerzos suman, tanto antes, durante como después de la emergencia. Tenemos claro que debemos desplegar estrategias preventivas, estar presentes en las zonas afectadas para acompañar a los vecinos y agilizar la ayuda. En este sentido, el trabajo con los municipios ha sido fundamental. A través de un seminario, les entregamos herramientas para la gestión de emergencias y con recursos regionales implementamos iniciativas en las 21 comunas de la región, con el propósito de realizar una preparación de acuerdo a su realidad y dar respuesta a sus necesidades, por ejemplo, en conectividad, mayor disponibilidad de agua y cortafuegos en rutas de acceso clave”.

Por su parte, el seremi de Obras Públicas de Ñuble, Paulo De La Fuente, explicó que “nosotros somos un ministerio que asistimos, tanto en materia de incendios forestales, como en sistemas frontales. En junio y agosto estuvimos en primera línea, porque la mayor cantidad de afectación de la infraestructura crítica de la región se produce en aquella que está a cargo del MOP. Estos son los caminos, pero también los sistemas de agua potable rural”.

La autoridad subrayó que esto es el inicio “de un nuevo proceso, de una nueva etapa. La planificación para enfrentar el cambio climático, estamos trabajando por ello. La idea es prevenir, accionar y no reaccionar. Evitamos en gran medida este colapso de infraestructura, pero va a ser imposible detenerlo, la naturaleza es así. También tenemos que trabajar en una planificación territorial, ver donde instalarnos como ciudadanos”.

Mientras que el delegado Anwar Farrán, concluyó diciendo que “el rol de Senapred es muy importante, ya que es la entidad a cargo de coordinar los recursos con distintos organismos públicos y privados, además de la realización de los Cogrid y también el aislamiento de recintos para ser utilizados como albergues. Sobre esto último, instruí a nuestra seremi de Salud, Ximena Salinas, inspeccionar y catastrar las condiciones sanitarias de establecimientos educacionales que funcionarán como albergues en caso de trasladar a posibles damnificados. Como siempre, el llamado es a la prevención y educación a la comunidad, porque cuando ocurre un incendio forestal todos nos vemos afectados, desde lo social, económico y ambiental”.

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