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Movilidad: historia vieja y repetida

Mauricio Ulloa

La evidente saturación vial que hemos comenzado a sufrir tras el fin del período de vacaciones y retorno de los escolares a clases, vuelve a poner en el centro del debate la necesidad de agilizar las inversiones en materia de infraestructura vial, materia donde la capital de Ñuble evidencia un claro retraso.

No decimos nada nuevo. Los tacos son una realidad a la que se han tenido que acostumbrar los chillanejos en los últimos años y de hecho, esa experiencia -adquirida por tanto tiempo de estar expuestos al mismo problema- ha desarrollado una especie de resiliencia para adaptarse a horarios y flujos de viajes.

La Unidad de Control de Tránsito ha identificado cerca de 20 puntos críticos en la intercomuna, distribuidos en el sector norte, oriente y céntrico. Se trata de barrios residenciales que tienen solo una vía de ingreso y salida, otros que mantienen obras viales en plena ejecución y, por último, las vías centrales donde hay subida y bajada de pasajeros y estacionamientos en doble fila.

Sobre esa base están trabajando y es justo reconocer que algunas medidas han tenido un efecto reductor de los tacos, pero igual de cierto es que el problema es mucho más complejo y las supera por lejos, pues en él se conjugan el aumento del parque automotor, el crecimiento inorgánico de la ciudad hacia la periferia, la falta de inversión en infraestructura vial y la gestión del transporte. De hecho, para muchos, la implementación de planes especiales para gestionar el tránsito parece un mal chiste, ya que sencillamente las vías no dan abasto para el gran número de vehículos que circulan por ellas.

En cuanto al transporte, aún hay muchas quejas de los usuarios al diseño de recorridos y horarios de la locomoción colectiva local. Hay avances, pero aún no podemos hablar de un sistema de transporte público de calidad que ayude a reducir los desplazamientos en vehículos particulares. En este tema aún hay mucho camino por recorrer y el concepto de “cambio cultural” está llamado a tener un especial protagonismo.

Por ello, es importante insistir en que la capital regional necesita un plan integral que aborde los distintos factores que la han llevado a la crítica situación en que se encuentra. Sabido es que le hace falta modernizar su red vial, mejorando el estándar de sus principales arterias diseñadas para un parque vehicular bastante menor al actual, aunque tampoco se puede aspirar a que las vías se expandan al mismo ritmo que los automóviles.

Seguramente, las medidas que siga adoptando la autoridad lograrán mejorar la movilidad en algunos sectores, pero es innegable que se trata solo de parches para una ciudad que tiene una enorme mora que saldar en la modernización del transporte público, en la inversión en infraestructura vial y en la planificación del crecimiento urbano, para estar al nivel de una capital regional.

Es precisamente debido a lo anterior que es fundamental entender que los problemas de transporte no se resuelven únicamente ensanchando calles y creando nuevas avenidas, sino que a través de una planificación urbana inteligente, que promueva la densificación por sobre el crecimiento en extensión, que fomente el uso de medios de transporte colectivos y de la bicicleta y que desincentive el uso del automóvil en el centro de la ciudad. Esos son los grandes desafíos que deberían movilizar a nuestras autoridades.

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