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Libertad de prensa

Agencia Uno

La designación del 3 de mayo como Día Mundial de la Libertad de Prensa obedece a que en esta fecha se conmemora la firma de la Declaración de Windhoek, Namibia, un documento redactado en 1991 por periodistas africanos que contiene los principios esenciales para la preservación de la libertad de información y expresión.

La oportunidad es propicia para reafirmar el significado de esta libertad esencial, cuyo reconocimiento pleno fue el resultado de intensas y largas luchas que distintas generaciones han debido librar, contra diferentes formas de opresión, despotismo e intolerancia.

En la historia chilena se presenta como un quiebre importante entre la antigua tradición colonial y la nueva institucionalidad republicana que impulsaban los líderes de nuestra Independencia. Aquello se plasmó en los primeros textos constitucionales y posteriormente en un cuerpo legal aprobado en 1872, que consolida la libertad de prensa como piedra angular del régimen liberal republicano chileno.

En aquella época la prensa tenía un carácter doctrinario, era considerada más un medio de adoctrinamiento y propaganda, lo que cambió desde 1910 en adelante con el surgimiento de empresas periodísticas, el mercado publicitario, la innovación tecnológica y una idea de prensa informativa y objetiva que marcaría las pautas del periodismo durante buena parte del siglo XX. Eso hasta fines de los sesenta, cuando volvió a la trinchera ideológica con un discurso provocador e híper polarizado entre derecha e izquierda que fue silenciado por el golpe militar; y la posterior prohibición de ejercer la libertad de expresión como lo estipulaba el régimen de facto, lo que condujo a una transformación en las líneas editoriales de los medios que continuaron en funcionamiento.

La libertad de prensa, como bien se ha dicho, es el pilar y la garantía de todas las demás libertades, y por lo mismo las restricciones que le impuso la dictadura de Pinochet no solo afectó a los periodistas, sino a toda la ciudadanía, indefensa frente a la discrecionalidad y arbitrariedad de quienes ejercían el poder y necesitaban proteger con una muralla de silencio sus actividades represivas y delictivas.

Tras ese oscuro período, la recuperación de la democracia, en 1990, restauró en parte la libertad de prensa, permitiendo que salieran a la luz violaciones a los derechos humanos, delitos y abusos de poder que habrían quedado en la impunidad, si algunas periodistas no los hubiera denunciado con rigor y valentía.

La libertad de prensa no es un bien que se conquista de una vez y se mantiene para siempre. Su preservación exige una actitud de vigilancia constante, ahora en sociedades forjadas al alero de la comunicación digital que otorga a los ciudadanos la capacidad de generar, seleccionar y replicar noticias; pero también los deja expuestos a noticias falsas que buscan desinformar y manipular a la opinión pública, y que se vuelven cada vez más incontrolables, peligrosas e impunes.

Remedio hay en todo caso, y es ampliamente conocido: la información veraz -entregada por medios de comunicación con periodistas profesionales- a la que constitucionalmente tiene derecho cada ciudadano y ciudadana en una sociedad plural y democrática, a pesar del deseo de algunos y los intentos de otros, por coartar la libertad de prensa y obstaculizar la labor periodística.

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