Señor Director:
Cuando niños, de niñez descamisada y feliz, apuntábamos nuestros pasos hacia el embrujo de luces y colores del carrusel que año tras año se dejaba caer en la pampa del barrio, escenario de nuestras carreras, escondidas nocturnas y pichangas de fútbol estival. Allí entre sillas que amenazaban convertirse en voladoras, autitos chocadores, juegos de lotería, o la Mariposa Encantada; podíamos encontrar unas hileras de patitos expuestos a los rifles debidamente desarreglados para evitar las municiones de fogueo y aumentar las arcas de las boleterías.
Algunos tiradores, aseguraban que para mejorar los impactos había que tirar arriba o abajo de los ánades de lata; pero el cálculo estaba escrito y si gastabas cien no podías recibir más de veinte pesos en premios. Ante cualquier reclamo el encargado tomaba el rifle y los patos caían fulminados; “lo que pasa amigo es que usted tiene mala ‘chuntería’ nomás”, rezongaba, mientras el vaquero improvisado se retiraba avergonzado.
Claro, niños del siglo pasado, carrusel, pirotecnia, verano, la niña morenita de la boletería o la rubia Mariposa Encantada con su tristeza cierta. En fin, lectora y lector, ahora es otoño en todo y el invierno se dejará caer más temprano que tarde. Con el spleen de Garrick, observo el carnaval del mundo que engaña tanto. Un muro pintarrajeado nos presenta la última e irrefutable verdad revelada y una hilera interminable de patos rabiosos que se atropellan unos contra otros, mientras algunos nuevos propietarios del carrusel político afinan su “chuntería” pícara.
En fin, al parecer tampoco hoy será fácil para el pueblo de carne y hueso ganarse la botellita de granadina. Tal vez, entonces, como al poeta mexicano, solo nos quede el triste premio de reír con llanto o quizá el de llorar con carcajadas.
Miguel Gaete de la Fuente