En relación al plan de alfabetización sexual que ha planteado el ministro de Educación, cabe señalar que antes de debatir acerca de su propuesta, el gobierno, primero que todo, debe explicitar y fundamentar tres definiciones necesarias para una gestión gubernamental en educación.
En primer lugar, es necesario que el titular de Educación describa con rigor filosófico cuál es la definición antropológica en la base de la política educacional que plantea el gobierno. Y es que toda política educativa supone una concepción de hombre y sociedad. Por ejemplo, si la filosofía en la base es de tipo materialista, entonces, la política educacional se orienta a un proceso mecánico que concibe al ser humano como una pieza más dentro de un sistema sin trascendencia.
Por el contrario, si la base antropológica admite que el ser humano tiene el doble aspecto de ser corpóreo y espiritual, capaz de trascender, entonces se concibe al ser humano como alguien libre, abierto al futuro, con iniciativa, capaz de mejorar y crecer. Entre estos dos polos antropológicos hay una serie posibilidades.
Luego, es inexcusable que el ministro no explicite con precisión cuáles son los ‘principios pedagógicos’ que fundamentan las imposiciones curriculares y metodológicas que están poniendo en marcha. Conviene subrayar que si la política educativa no cuenta con una precisa definición de los principios que sostienen el quehacer pedagógico en el aula, entonces el acto educativo quedaría a la suerte del criterio subjetivo de los docentes, lo que dista mucho de lo que plantean las ciencias de la educación. Por supuesto, la definición de los principios pedagógicos requiere de que se establezcan los enfoques metodológicos con que los docentes los lleven al ejercicio práctico.
Finalmente, no se entiende que el ministro no se refiera en detalle a los ‘fines de la educación’ que la actual administración procura con su política educacional. ¿Incluye la concepción educativa del gobierno el aprendizaje de la verdad y el descubrimiento y práctica de las virtudes?, ¿qué nivel de importancia le da el gobierno a que los estudiantes logren conocimientos firmes y cómo establece que estos se consigan?, ¿es constitutivo de los fines de la educación que propone el gobierno, el crecimiento interior?, ¿qué lugar ocupa la formación del carácter en sus fines educativos?
Vale la pena mencionar que una política educacional sin fundamentos antropológicos y filosóficos queda en el nivel de proyecto ideológico, lo que es nefasto para el bien del país. En nuestra opinión, el Estado de Chile tiene que establecer una política educativa de largo plazo que, por una parte, no esté sujeta a cambios sustantivos en lo concerniente a la filosofía de la educación en la que dicha política se tiene que sostener, y por otra parte, esta política educativa ha de ser coherente con la Constitución vigente. Esto último plantea el desafío de que la propuesta constitucional en desarrollo no caiga, en materia educacional, en el mismo ideologismo excéntrico, antojadizo y farsante que el país rechazó contundentemente el 4 de septiembre del año pasado.