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Desarrollo rural

Mauricio Ulloa

La ruralidad es un concepto que se ha usado para explicar los altos índices de pobreza y subdesarrollo de Ñuble, lo que si bien da cuenta de una lamentable realidad, también representa una oportunidad de crecimiento económico, y desarrollo.

Esa visión es la que inspiraría al plan de desarrollo rural para la Ñuble, que ayer presentó la Subsecretaria de Agricultura, Ignacia Fernández. Se trata de un instrumento de planificación que aún se está construyendo, que supuestamente ha recogido miradas de todos los actores del territorio y que debemos seguir con atención por una cuestión lógica: el 30,6% de nuestra población vive en zonas rurales, lo que nos convierte en la región con la mayor tasa de ruralidad del país, seguida por La Araucanía (29,9%), otra región marcada por la pobreza e históricas brechas con los habitantes de las ciudades, en ámbitos como ingresos, conectividad vial y digital y acceso a servicios de educación, y salud, entre otros.

La gente del campo, vinculada principalmente al agro, ha sido testigo durante décadas de esa inequidad. Los fuertes flujos de migración campo-ciudad que se observaron en el siglo 20 en toda la zona central de Chile, dieron cuenta de un proceso socioeconómico que privilegió el crecimiento de las ciudades a partir del desarrollo industrial, primero, y de los servicios después, en desmedro de las zonas rurales.

Además, la pérdida de competitividad de los cultivos tradicionales, el escaso desarrollo tecnológico de la agricultura y el avance de las plantaciones forestales en los últimos 30 años, fueron empujando con cada vez más fuerza a la población a emigrar hacia las ciudades, muchas veces para engrosar los cordones de pobreza urbanos.

A principios de este siglo, la población rural de Ñuble superaba el 35%, cinco puntos porcentuales más que en la actualidad; alrededor de 20 mil personas, lo que revela que el proceso migratorio no se ha detenido y que las comunidades rurales, además de despoblarse, se están envejeciendo. Las cifras del último censo muestran que Ñuble cuenta con peores tasas de natalidad y mortalidad que otras regiones y tiene varias localidades donde muere más gente de la que nace, de modo que están decreciendo poblacionalmente.

Basta con recorrer las comunas de la región para advertir que la escasez de oportunidades laborales y de educación han despojado a pueblos enteros de su población joven, lo que en la práctica es un círculo vicioso que perpetúa la pobreza y el aislamiento, pues desde el punto de vista de las políticas públicas, es mucho menos rentable socialmente invertir en zonas con menor densidad poblacional, pero por otro lado, si no se ejecutan inversiones públicas es muy difícil apalancar inversiones privadas.

Por eso cobra especial importancia un instrumento de planificación como el que promete ser el plan de desarrollo rural para Ñuble que elabora el Ministerio de Agricultura, porque no solo consideraría inversiones y estímulos para la actividad agrícola, sino también para la educación, salud, conectividad y otros aspectos que hoy constituyen brechas con el mundo urbano.

Ese impulso es el que se espera de un plan de desarrollo para la región más rural de Chile: una política pública de largo plazo, que trascienda a los gobiernos de turno y los ciclos electorales, para abordar de manera planificada e integral, con líneas de financiamiento específicas, con inversiones públicas e incentivos para privados, el desafío de revitalizar nuestro campo, de manera que en el futuro dejemos de hablar de atraso y pobreza y expliquemos la prosperidad de Ñuble a partir de su ruralidad.

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