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Anticipan incremento de solicitudes vecinales al municipio debido a la nueva ley de Cierre de Pasajes

Cristian Cáceres

Ha sido complejo para los encargados de seguridad municipal el anticipar el fenómeno que pudiese instalarse en los diversos barrios de Chillán, una vez que se termine de definir el reglamento que darán vida a la nueva Ley de Cierre de Pasajes, que se promulgó en el ocaso del gobierno del expresidente Piñera, en enero de 2022.

Esto porque, en términos oficiales, las solicitudes vigentes son apenas tres, sin embargo -y tal como ya lo han constatado los mismos concejales de la comuna- son cada vez más las personas que se han acercado a preguntar por los alcances de este ley, con la evidente intención de acceder a estos permisos.

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El problema con que se han encontrado quienes aspiran a cerrar los pasajes con amparo de la nueva ley, es que esta tiene, dentro de sus transitorios, la obligación de aguardar por la especificación en parte de sus reglamentos, por parte de la Subsecretaría de Desarrollo Regional (Subdere), otorgándose 120 días para confeccionarlo.

Por lo tanto, recién el 25 de mayo se superará esta limitante en la Municipalidad de Chillán.

Recién en ese momento el cuerpo de concejales podrá votar una ordenanza acorde a la nueva ley, y esperar posteriormente una evaluación técnica por parte de Carabineros y de Bomberos.

Se conoce, hasta el momento, solo algunas indicaciones generales, como que se aceptará el cierre con rejas de pasajes cuyas calles no cuenten con más de ocho metros de ancho ni más de 100 metros de profundidad.

A diferencia de lo que acontecía hasta entonces, se requiere la aprobación del 80% de los vecinos (antes era del 90%) y que, de aceptarse la solicitud, la calle no puede estar cerrada por más de siete horas continuas (aunque la ley no especifica el total).

De todas maneras, el concejo que se les hay dado a las juntas de vecinos es que aguarden a conocer los detalles del nuevo reglamento, y que reconsideren la posibilidad de buscar otras  medidas.

“Lo que pasa es que muchas personas pensaban que iban a poder tener el pasaje cerrado las 24 horas del día, como los condominios, y eso no es así”, explica la encargada de la Oficina Municipal de Seguridad de Chillán, abogada Pilar Gutiérrez.

Profundiza su postura añadiendo luego que “tal vez esta ley hubiese tenido más sentido y eficacia hace 10 años, cuando no se implementaban los métodos actuales de medidas preventivas y disuasivas, como las cámaras de seguridad o las luminarias solares, que donde se han instalado han demostrado ser muy efectivas. Por nuestra experiencia, en cambio, la reja no resuelve el problema de los robos, por ejemplo”.

El consuelo para el municipio local es que a diferencia de otros consistorios del país, como por ejemplo el de Osorno, es que aún no han creado una ordenanza, que sí o sí, deberá ser reescrita a partir del 25 de mayo.

A favor y en contra

Leticia Salas, vecina de la villa Barcelona y mamás de tres hijos, dice que antes de mudarse a la casa en que actualmente reside, en una de las calles principales del parque residencial, “estuve en una casa de menor tamaño que quedaba en una pasaje cerrado y con plazoleta interior”.

Autos que entraban y salida a toda velocidad, el ingreso de desconocidos al lugar, el ingreso de perros a esparcir la basura, robos y el tener que estar pendiente de los hijos cuando salían a jugar a la plaza, “desapareció completamente cuando pusimos la reja”, dice.

Más allá de los intentos de boicot del infaltable vecino que se opone, o de los problemas técnicos que de tanto en tanto aparecen, “fue una medida buena. Igual, puede que en otros pasajes que también cerraron, les hayan entrado a robar a algún vecino, pero eso es casi inevitable. Hoy me cambié a una casa más grande por necesidades familiares, pero me sentía más segura antes, y además cuando el pasaje se cerró la unión entre los vecinos se hizo más notoria”.

Para la presidenta de la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Chillán, Cecilia Henríquez, la reja exige un requisito que no se puede perder de vista.

“Tiene un costo muy alto. Hoy, poner una reja de siete metros con cierre automático y control remoto, cuesta por lo bajo tres millones y medio. Luego sube si se le añade citofonía, cámaras y otros avances, pero estamos hablando de un costo que en muchas ocasiones deben ser cubiertos por los propios vecinos”, advierte.

Y a diferencia de quienes vivieron experiencias positivas, la información recopilada por la dirigenta le hace opinar que “no, no es mucho lo que soluciona la reja en materia de seguridad. Lo que más piden las personas hoy en día son cámaras y que les mejoren las luminarias”.

También quedaron atrás otras estrategias como poner un cartel que diga “yo cuido la casa de mi vecino”, o depositar toda la confianza en un perro guardián.

“Lo que pasa es que la delincuencia hoy es mucho más agresiva, más violenta. Cuando los ladrones quieren robar, lo harán sí o sí. Hay más inseguridad en las calles, y eso hace que la gente se tornara más individualista, ya no se puede esperar a que el vecino me cuide la casa, eso ya no funciona”, lamenta.

Y el debate también se ha establecido a nivel nacional.

En entrevista con radio Universidad de Chile, la académica e investigadora del Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana de la casa de estudios, Alejandra Mohor, apuntó que este proyecto si bien puede funcionar en el contexto de algunos delitos como una solución rápida ante una emergencia, su efecto positivo es muy limitado.

Para empezar, sostuvo que “esta ley no va a inaugurar la práctica de cerrar pasajes, esto es algo que venimos viendo hace muchos años, con más o menos regulación, y yo no he visto al amparo de este proyecto de ley, ni por quienes lo defienden, que allí donde ya se han cerrado pasajes efectivamente haya menos delitos o que haya contribuido en reducir a lo menos la percepción de inseguridad de las personas. No conozco evidencia que haya sido presentada sobre eso”.

Por el contrario, Mohor afirmó que “cuando se señala que esto permitiría reducir los portonazos en la puerta de tu casa, probablemente vamos a ver es que los portonazos van a ocurrir en la puerta del pasaje cuando la persona se baje a abrir la reja o mientras el portero automático en los lugares más pudientes lo hace”.

Además, planteó que este eventual cierre en sectores que están mayormente constituidos por pasajes van a obligar a que la gente se de una vuelta más larga y estar más tiempo expuestas a una calle cada vez más abandonada, “porque el mensaje de pon rejas es quédate adentro y sabemos que la ocupación del espacio público es la que permite dar seguridad. Su abandono lo que hace es entregarlo a organizaciones criminales, a la comisión de delitos”.

Georreferenciación

La académica cuestionaba además hasta donde una reja o unas cámaras debían ser una colaboración o un sustituto de la función preventiva policial.

La controversia, por lo tanto,  radica en las cifras policiales (casi siempre a la baja) en las que basan sus estudios para georrefenciar el delito y decidir dónde potenciar los patrullajes.

El exprefecto de Carabineros y otrora encargado de seguridad del municipio de San Carlos, coronel (r) Ricardo Asfura, dice que “es terrible que las autoridades tengan una cifra y las encuestas públicas, otras”.

Añade que “cada vez que voy a una charla en una junta, les pido que levanten la mano los que hayan sido víctimas de delitos en los últimos dos meses, y de 40 asistentes, 30 levantan la mano. Luego les pido que levanten la mano los que hicieron la denuncia, y de los 30, apenas tres o cuatro la hicieron. Así de grande es la cifra negra”, plantea.

Volviendo al debate de la reja, dice que “hoy todo sirve y nada sobra. Pero si van a poner rejas que sean de las buenas, con cámaras y que no fallen, de lo contrario solo se comprarán un nuevo problema. También sirven las cámaras, las alarmas y hasta el perrito de la casa, porque la violencia hoy es enorme y la gente no confía en los tribunales ni en los fiscales, por eso hay que denunciar, para decirle a la policía dónde estar y cuándo”.

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Felipe Ahumada

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