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A ritmo muy lento

Desde el punto de vista de las expectativas, ésta es sin duda una de las mayores crisis que han debido enfrentar los ñublensinos en las últimas décadas, y a la luz de las proyecciones, también lo será en materia de inversión, ingresos y empleo.

El ritmo de la reactivación es bastante más lento de lo esperado y la incertidumbre se sigue cerniendo sobre sectores productivos enteros, la decisión del Ejecutivo de desplegar un proceso de reapertura “paso a paso”, con cumplimiento de los protocolos de bioseguridad, se puede calificar de acertada, a la luz de los números. Y es que la economía debe aprender a “convivir con el coronavirus”, lo que afecta no solo los comportamientos de las empresas y los bienes y servicios que producen, sino también a los trabajadores y los ciudadanos.

Dicho lo anterior, hay que ser claros respecto a que la actual fase obliga a entender que las pandemias exigen acciones globales, coordinadas y armónicas. Es necesario reforzar las medidas de protección como elementos ineludibles en la cotidianidad. Aquí no hay excusas, y los mencionados protocolos de bioseguridad que se han emitido para todas las actividades permitidas deben ser aplicados con rigor, empezando por los responsables directos de cada sector y en cada empresa. Y, por extensión, exigirlos a todos los trabajadores independientes.

Aun cuando resulta razonable que se apele a las conductas individuales, no hay que desconocer que esta crisis reveló, para bien o para mal, las condiciones estructurales en las que viven millones de chilenos, por lo que muchos de ellos requieren soportes mínimos para sobrellevar ese proceso. De ahí que la exigencia para el cumplimiento riguroso de las medidas impuestas no pueda apartarse del monitoreo de los sectores más vulnerables para cerrar, en la medida de lo posible, grietas sociales por las que se filtran la desobediencia y el quiebre a las normas por la obligación de cubrir necesidades vitales.

Una vacuna segura y científicamente probada recién estará disponible a mediados del próximo año y es más que probable que los primeros de la fila sean los países ricos y quizás, en los siguientes nueve meses, el resto del mundo, de modo que recién a fines de 2021 llegaría a Chile. Por otra parte, hay que recordar que no hay nada asegurado, pues sobran los ejemplos de patologías para las cuales nunca se ha logrado descubrir una vacuna.

En síntesis, como el virus no se ha ido, y con suerte tendremos una vacuna el segundo semestre del próximo año, no queda otro camino que adaptar la vida a la amenaza permanente del covid-19.

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