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Los voceros y la casa común

Un grupo de 34 constituyentes, agrupados bajo la denominación “Vocerías de los pueblos” (no confundir con la “Lista del Pueblo”), han elaborado un listado de condiciones para el funcionamiento de la Convención Constituyente. Según mi parecer, se trata de declaraciones llenas de épica, pero vacías de contenidos y con abundancia de lugares comunes sobre temas cuyo espacio de discusión excede con creces el mandato de la Convención Constituyente. Se trata de juicios de cargados de subjetividad y que no dicen relación con la redacción de un proyecto de Constitución, que necesariamente es una mirada de largo plazo. Porque estos “voceros” parecen haber olvidado que la Convención Constituyente tiene por mandato redactar un proyecto de Constitución. No son ellos los que sancionarán la nueva Constitución, sino que todos los ciudadanos y ciudadanas, a través de un plebiscito.

Cuando se autoasignan la identidad de “voceros de los pueblos” se atribuyen una representación propia de una democracia representativa y actúan como un partido político, que tanto dicen abominar y despreciar. Como ese no es el caso, me recuerdan a aquellos sacerdotes que repiten, una y otra vez, ser voceros de Dios, como si antes de entrar a la iglesia hubieran hablado por teléfono con él. Sería bueno que estos voceros fueran más explícitos en decir cómo conversan con los pueblos y como éste los legitima. Y si van a ser respetuosos de la soberanía popular expresada a través del voto, o de la democracia como una forma de convivencia que garantice la diversidad y la tolerancia. ¿O solo escucharán la voz del tumulto, de las redes sociales o de los que piensan iguales?

Por otro lado, llaman a no subordinarse al Acuerdo por la Paz, porque -según ellos- nunca lo suscribieron “los pueblos”. Como gracias a ese acuerdo hoy en día están en condición de constituyentes legitimados por el voto soberano, la lógica indica que se anulan a sí mismos y se auto deslegitiman como colectivo.

Tal vez sea el momento de sincerar qué entienden por democracia y por pueblo. Así como plantean las cosas, traslucen detrás de toda su retórica una aspiración por el poder, la que sí está enmarcada en los límites de la democracia y del Estado de Derecho es absolutamente legítima. Pero si detrás de declaraciones maximalistas está el modelo de una democracia popular, bien sabemos qué significa: gobiernos autoritarios, dictadura y violación de los derechos humanos.

Chile necesita hoy, más que nunca, de trasparencia y verdad para avanzar hacia una Constitución que nos represente mínimamente a todos, como la vieja regla matemática del mínimo común denominador. La casa común es eso, un espacio donde nadie sobra ni tampoco nadie falta. Tolerancia y democrática se darán la mano en esa casa común. Eso esperamos, sensatez y más democracia, aunque duela.

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