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2 caras del desempleo

Mauricio Ulloa

Vienen años muy duros para el país y la región; los efectos de la pandemia no se superarán de manera simple ni en el corto plazo. En Ñuble, cientos de microempresas han desaparecido y muchas otras que sobreviven están trabajando a media marcha, con el riesgo de no llegar al próximo año. La destrucción de puestos de trabajo ha sido enorme. En la Región son más de 40 mil, el doble de lo proyectado en marzo.

Detrás de ese número, se repiten las caras de mujeres: vendedoras en locales comerciales, empleadas de restaurantes y hoteles, asesoras del hogar. Por cada hombre que salió de la población ocupada en Ñuble, salieron dos mujeres.

Un estudio de Comunidad Mujer reveló que el 88% de las mujeres cesantes salió de la fuerza laboral, es decir, no está actualmente buscando empleo. Para los analistas, Chile ha retrocedido una década. Veníamos de una participación laboral antes de la pandemia que incluso había llegado al 52%. La actual situación es preocupante, pues 9 de cada 10 mujeres que perdieron su empleo ya ni siquiera están buscando trabajo. 

Las cifras de desempleo tienen también el rostro de los llamados inactivos, esas personas que perdieron la esperanza de hallar trabajo porque no hay ofertas laborales en una economía peligrosamente parada. En Ñuble, son otras 50 mil personas que hace un año estaban activas en el mercado laboral, ya sea ocupadas o buscando trabajo, pero que han decidido abandonarlo porque, sencillamente, perdieron la esperanza de encontrarlo. Si los sumáramos, la tasa de desempleo regional bordearía el 30% y no el 10% reportado oficialmente.

Crear nuevos puestos de trabajo es un reto monumental, especialmente si la capacidad adquisitiva de la gente va en declive. Ni qué hablar si se trata de empleos de calidad en una región como la nuestra, con altos índices de informalidad.

El retroceso del ingreso de los hogares revive el fantasma de la pobreza, convirtiéndose en una tremenda amenaza, pues la pobreza extrema va enlazada con inseguridad, malestar social y pérdida de confianza en las instituciones.

En estas condiciones, las brechas sociales se profundizan y la garantía de los derechos fundamentales se vuelve más difusa. 

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