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Progresar en la diversidad

Con el tiempo, el centralismo ha pasado a ser un problema que ha ido mucho más allá de lo evidente en la relación Santiago-regiones. De hecho, actualmente vemos que dicha problemática persiste, pese a todas las advertencias de especialistas e instituciones nacionales y extranjeras -la OCDE incluida- pero también está inserta al interior de las regiones.

La Región de Ñuble nació hace 5 años como respuesta a la primera, mientras que para la segunda no hay otras soluciones que mayor conciencia intrarregional y un diseño institucional distinto, ambas posibles precisamente en el marco de las nuevas atribuciones y competencias que han ido adquiriendo los gobiernos regionales.

La evidencia de esta asimetría interna es bastante contundente y parte por la concentración política, administrativa y económica en la capital de Ñuble. En los últimos 10 años, por ejemplo, la cuarta parte de todos los recursos estatales invertidos en Ñuble se los adjudicó Chillán. Como es obvio, hay condicionantes demográficas que inciden en ello, pero también hay otros factores que refieren a un centralismo interno, muy similar al que le criticamos a Concepción cuando se buscaron argumentos para independizarnos de Biobío.

Pero además se observa una importante disparidad en cifras de pobreza y acceso a servicios de salud y educación de buena calidad, donde Chillán también concentra la mejor oferta. Para quienes advierten esta realidad, la creación de la Región del Ñuble es una oportunidad para minimizar ese desequilibrio, no obstante, aquello no ocurrirá si no cambia la mirada y por extensión, los modelos de gestión de las políticas públicas locales.

Esto es muy importante, porque no basta con crear una nueva región que reproduzca las mismas inequidades que tanto criticamos y que dieron origen a esa demanda, sino que cómo en su puesta en práctica, en su bajada a terreno concreto, se sustituye el enfoque tradicional del desarrollo (centralizado, vertical, autoritario) por un enfoque sistémico y territorial, que implica entender que el desarrollo humano y productivo no se produce en el vacío, sino que en un espacio territorial y con personas que tienen una identidad e historias diferentes.

Lo anterior significa pensar y construir el desarrollo y organizar la oferta pública desde las capacidades diferenciadas de las comunidades locales, con la única base igualitaria formal y material que debería ser que todos los ñublensinos y ñublensinas deben tener las mismas oportunidades de desarrollo.

El camino, entonces, es dejar atrás la uniformidad malentendida que solo ha acentuado la brecha entre las capitales regionales y las provincias y comunas.

A Ñuble no le sirve el modelo de “talla única” seguido por décadas, ya que solo ha acentuado la desigualdad. Y por lo mismo, solo la adopción decidida y perseverante de un nuevo enfoque, acompañado de una genuina solidaridad intrarregional, permitirá lograr mejores resultados de desarrollo social y económico, en menos tiempo, para más personas, en todas las comunas de la región.

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