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Plebiscito: Cuatro años de ensayos Constitucionales que hoy llegan a su fin

Cuatro años han pasado desde que el estallido social abrió la puerta a un debate Constitucional que si bien venía desde hacía años, no había logrado convencer al mundo político.

La ilegitimidad de la Constitución de 1980 -pese a múltiples reformas-, plasmada en un modelo subsidiario en extremo, ha sido más que analizada durante este tiempo, que ha incluido cuatro procesos electorales y dos asambleas Constituyentes. Y lamentablemente, el esperado consenso no llegó en ninguno de los dos procesos, independiente del resultado de hoy, fenómeno que intentaron explicar tres expertos a nivel local.

“El proceso en su conjunto fracasó”

Según el abogado y académico de la U. de Concepción, Alfonso Henríquez, los dos procesos Constituyentes representan la respuesta que dieron los partidos ante la oleada de manifestaciones que marcaron nuestro país a fines del año 2019.

Pero, ¿Cuáles fueron las causas que motivaron dichos eventos?

“Se han planteado explicaciones que apuntan a la molestia de parte de la ciudadanía frente a los problemas de desigualdad estructural que presenta nuestro país. Así, las protestas habrían evidenciado la necesidad de superar el actual modelo de desarrollo. Otros, sin embargo, han planteado que las movilizaciones parecen estar asociadas más bien con la demanda por acceder de forma más rápida a los beneficios que supone la modernidad. De acuerdo con esta lectura, más que cuestionar el modelo de desarrollo, las personas parecerían más interesadas en acceder al mercado y a una mayor cantidad de bienes. Comprender este fenómeno es clave para entender lo que vino después”, sostiene Henríquez.

Respecto de lo que vino después, dijo, “el trabajo de la Convención (con mayoría de izquierda) se dio en un clima marcado por las discrepancias entre aquellos sectores más moderados, que buscaban generar un texto transformador, pero no radical, y otros que, en línea con la primera de las explicaciones del estallido señalada más arriba, apuntaban a cambios maximalistas, tanto a nivel institucional, como económico y social. Estas dos almas de la Convención explican la dificultad para llegar a acuerdos en algunos temas críticos, tales como los vinculados con el sistema político, la protección del medioambiente, la plurinacionalidad, o con algunos derechos. El hecho de acercarse finalmente más hacia aquellas posiciones que entendían que la ciudadanía buscaba un cambio profundo del modelo económico y de desarrollo, llevó a la Convención a proponer transformaciones de gran calado en relación con la forma de Estado, los derechos sociales, el sistema económico, la protección del medioambiente y los derechos indígenas, sin incorporar ideas que eran importantes para la derecha. Lo cual en retrospectiva fue un profundo error”, manifestó.

Frente al categórico rechazo de esta propuesta, agregó, “los partidos políticos, optaron por iniciar un segundo proceso. Para evitar los problemas del proceso anterior, este nuevo intento contó con mayores límites y resguardos. Por ejemplo, se acordó una serie de bases o principios que el nuevo órgano debía respetar. También se acordó que una Comisión Experta -nombrada por los partidos- estaría encargada de redactar un borrador de propuesta Constitucional, el cual sería sometido a la discusión y eventual modificación de un Consejo Constitucional elegido por la ciudadanía”.

Uno de los principales méritos del trabajo de la Comisión Experta, afirmó Henríquez, “radicó en que lograron generar un texto equilibrado, una especie de término medio entre las ideas del oficialismo y de la oposición. Sin embargo, cuando la propuesta fue sometida al examen del Consejo (con mayoría de derecha), las cosas cambiaron. Este órgano repitió muchos de los errores de la Convención. En este sentido, asumieron que las causas que dieron origen al estallido, nada tenían que ver con la necesidad de generar transformaciones más profundas en materia de justicia social, sino que, por el contrario, lo que la ciudadanía demandaba pasaba por disfrutar de mayores libertades en el orden económico, en línea con el segundo tipo de causas que comentamos más arriba. Esto explica que el Consejo optara por profundizar el modelo económico vigente, mantener las bases del sistema de pensiones, salud y educación que conocemos, y aprobar normas con un profundo contenido identitario y conservador (por ejemplo, la objeción de conciencia), dejando al margen ideas que eran importantes para la izquierda. El mismo error de la Convención”, expresó.

Por esta razón, y más allá del resultado de este domingo, dijo, “lo cierto es que el proceso en su conjunto fracasó, dado que ni la Convención ni el Consejo entendieron bien su función. Como país fuimos incapaces de generar un texto de consenso, en el cual la mayoría se viera reflejada o se sintiera representada. Las campañas en ambos plebiscitos dieron cuenta de este hecho. En lugar de apelar a la esperanza y la unión, los partidos optaron por centrarse en la división, la revancha, y el miedo. De esta forma, es probable que las personas hayan terminado por tomar distancia de este proceso, el cual asumió el carácter de una discusión entre élites, desconectada de los intereses de la ciudadanía”, planteó.

Finalmente, sostuvo Henríquez, “si gana la opción A Favor, la discusión Constitucional no terminará. Por el contrario, el legislador deberá implementar el nuevo texto. Este hecho seguramente impedirá que el congreso pueda abordar con detención otros problemas más urgentes y relevantes para las personas. Si gana la opción En Contra, el proceso se cerrará por un largo tiempo, después de todo, no existen los votos ni los ánimos para lanzarse hacia otra aventura Constituyente, pero el sistema quedará debilitado, lo cual obligará a algunas reformas puntuales para mejorar el sistema político. En cualquier escenario, los ciudadanos habremos perdido”, reflexionó.

La era de las emociones

Para el experto electoral, Rodrigo Landa, el estallido social y el hasta ahora, ‘ensayo Constitucional’, tienen diversas causas de origen, que son esgrimidas de forma parcial por cada sector de acuerdo a sus intereses o visión de mundo.

“Todos tienen solo una parte de la verdad. La primera causa, que es fundamentada por sectores de izquierda, tiene que ver con las necesidades que no logró cubrir la modernización capitalista, profundizando las brechas sociales o brindando bienes públicos que no estaban a la altura del esfuerzo de las familias durante toda una vida. Los casos paradigmáticos son las bajas pensiones y el alto costo de la educación superior. Otra visión, también atendible, y formulada por sectores más afines a la derecha política, es que la modernización que Chile comenzó a experimentar desde la vuelta a la democracia, permitió un avance sustantivo en la calidad de vida de los chilenos, como fue la expansión del consumo, acceso universal a la educación superior, acceso a bienes tecnológicos, disminución de la pobreza y avance de los grupos medios, entre otros. A mayor desarrollo, esgrimen los defensores de esta tesis, mayores expectativas, lo que a la larga terminó generando frustración o rechazo hacia el mismo modelo que facilitó esos avances”, manifestó.

Sumado a estas interpretaciones divergentes, Landa cree que durante los últimos cuatro años “se ha consolidado el uso de redes sociales, lo que ha incidido en un clima de caos, donde la vida cotidiana invadió el espacio de lo público. En otras palabras, la realidad se hizo líquida, con crisis impredecibles, alta fragmentación y mayor encono en el debate público, mezcla perfecta para que la economía social de mercado que conocimos en los gobiernos de la Concertación, esto es, una armonía entre el Estado y privados, colapsara o entrara en un proceso entrópico de desgaste natural. El sistema institucional no fue capaz de resistir o adecuarse a la crisis del sistema social, produciéndose un desacople de las élites respecto de la vida real. Esta es una explicación de por qué casi todos los países están en crisis, unos más que otros”, esgrimió.

También, añadió Landa, “el péndulo que comenzamos a experimentar desde el primer gobierno de la Presidenta Bachelet, con sucesivas alternancias en el poder y con dos procesos Constitucionales antagónicos en su línea ideológica, demuestran que las posturas cambian todo el tiempo de forma y son las emociones las que determinan el curso de la política. Las emociones ahora operan con más fuerza en el corto plazo, mientras que las razones terminan siendo totalmente sobrepasadas por la inmediatez. Todo ese ambiente, basado en una realidad efímera y superficial, nos encaminó a buscar una salida al conflicto por una vía institucional: una nueva Constitución”, afirmó.

El primer intento, a su juicio, “con posibilidades infinitas a partir de una ‘hoja en blanco’, y con una asamblea elegida democráticamente, terminó interpretando de manera errónea el anhelo ciudadano, proponiendo un texto que, a todas luces, no representó la identidad nacional. El segundo intento, cuyo resultado conoceremos hoy, se alimentó del fracaso del proceso anterior, lo que sumado a una baja aprobación del gobierno, terminó pavimentando nuevamente la teoría del péndulo. Si bien se trató de un proceso más sobrio y prolijo que el anterior, en el resultado se plasma una visión de sociedad muy distinta al primer ensayo”, advirtió.

Sobre qué ocurrirá a partir de mañana, dependiendo del resultado del plebiscito de hoy; Rodrigo Landa sostuvo que “si gana la opción A Favor, se cerrará el proceso Constitucional, y el sistema político, en su conjunto, estará mandatado para trabajar, paralelamente, la implementación Constitucional y retomar las urgencias sociales postergadas: pensiones, reactivación económica, seguridad, salud y educación. Algunos plantean, que tarde o temprano, los grupos radicales van a reintentar cambios a través de diversos métodos. Si gana la opción En Contra, es muy probable que el tema Constitucional duerma durante el período presidencial actual y que se retome en el próximo. Una salida que quizás algunos promoverán, será la concreción de cambios graduales desde el congreso, en la medida de lo posible. Proyectando el futuro, la concordia será la utopía de la minoría, y la intolerancia, la manifestación de la mayoría. A no ser que nuevos cambios culturales y sociales permitan que nos reconozcamos y respetemos como habitantes de un mismo país”, aseveró.

“El problema es la clase política”

Desde una mirada antropológica, el académico del Departamento de Ciencias Sociales de la U. del Bío-Bío, Miguel Alvarado, postula que para entender por qué estamos donde estamos, “tenemos que retrotraernos tanto a nuestro pasado reciente, como también entender nuestro escenario actual. En este sentido, considero que nuestra actual situación se mueve en función de dos ejes que son esenciales y que operan de manera simultánea: por una parte, creo que en Chile sigue habiendo una tremenda sensación de inequidad, hay una conciencia clara de que los ricos son muy ricos, cómo decía Jorge Luis Borges ‘felices los felices’, y en ese sentido, la gran herida consiste en que hay gente que sufre mucho debido a la pobreza, porque hay una pobreza estructural en nuestro país, la que se da manera paralela con una riqueza también estructural, que de una u otra forma resulta impresentable desde un punto de vista ético. En Chile hay ricos tan ricos como en los países desarrollados como Alemania o Estados Unidos, y hay pobres tan pobres como los que hay en África, ello en términos de categorías medianamente serias como las que establece la ONU respecto de los criterios de calidad de vida, por lo tanto, esa sensación de inequidad es un factor fundamental para entender por qué ocurrió la protesta social del año 2019”, manifestó.

Esto, a su juicio, tiene que ver con que hay un hecho sociológico esencial.

“La polarización respecto de la distribución del ingreso da como resultado la jibarización de la clase media, el achicamiento de los estratos medios es una tragedia, y desde un punto de vista del análisis social, es un hecho sabido que mientras más grande y más poderosa sea la clase media, entonces más estabilidad social habrá, por lo tanto, mientras la clase media esté más desmedrada, entonces habrá menos estabilidad social y más descontento. Por lo tanto, está claro que nuestra situación básicamente se define por este eje de la disconformidad respecto del orden social, desde la conciencia clara de que estamos tremendamente endeudados, y de que hay gente que es alevosamente rica y de que instituciones como las AFP, que reproducen y mantienen el sistema de inequidad estructural, no han sido tocadas bajo ninguna forma, y son la base sobre la cual se sustenta el modelo social y económico. No importa nuestro nivel educacional, la conciencia de la inequidad es como ya lo dijo Antonio Gramsci, una ‘articulación de sentido común’, es parte del núcleo duro de la conciencia colectiva”, afirmó.

Por otra parte, expresó Alvarado, “hay otro eje fundamental, que consiste en que tanto la violencia del 2019 como los resultados bastante precarios de todo el proceso Constitucional, proyectado ello en la tremenda derrota que significa para el bloque histórico que hoy gobierna, el rechazo de la Constitución que presentó la Asamblea Constituyente anterior, nos hace ver que por una parte, colectivamente también es parte de la conciencia colectiva, es decir un temor a la desestructuración de las relaciones sociales que lleven, por ejemplo, a la violencia; y por otro lado, hay un tremendo agotamiento respecto de los procesos políticos tradicionales, una demostración de ese agotamiento es el rechazo de más del 90% que mantiene la clase política, y específicamente los políticos y políticas. En Chile, la mayoría de los chilenos rechaza a los políticos como especialistas y como profesionales del arte de realizar la política misma, por lo tanto, hay un agotamiento no con la política necesariamente, pero sí con los políticos, sean estos de la bancada o de la línea que sea”, advirtió.

Agregó que “también nos encontramos frente a una situación en la cual hay un agotamiento respecto de asambleas constituyentes, plebiscitos, procesos de reflexión etc., vivimos una ‘desesperanza aprendida’ respecto de pensar lo social, si algo puedo asegurar con absoluta certidumbre es que no hay ningún deseo de que exista otra asamblea constituyente, ni tampoco que se redacte otra Constitución, lo que no quiere decir que la mayoría de los chilenos o gran parte de los chilenos apruebe la propuesta Constitucional que recientemente se elaboró, y que se está plebiscitando hoy. Por lo tanto, la situación actual en Chile es básicamente un estado de situación en el cual la conciencia de la inequidad va aparejada con el temor y la aversión, tanto a los procesos de renegociación política, como a la violencia asociada a la protesta social, por lo tanto, podemos decir que la gran triunfadora de la elección de hoy, sea cual sea la alternativa que resulte ganadora, será ‘la búsqueda de certidumbre’ en términos de la estabilidad. Sea cual sea el resultado hoy, lo que quiere la sociedad chilena es certeza, el problema está en que la certeza no la otorga el texto Constitucional, porque el texto es solo un texto, es eso y nada más. El problema está en que quienes deberían operar políticamente respecto de la Constitución que se propone para aprobar este domingo, o que deberían operar con la antigua Constitución hoy en vigencia, no gozan de la confianza de la mayoría de los chilenos. La situación es compleja y la gran crisis no es qué modelo de Constitución va a ganar o perder, la gran crisis estriba en que quienes deberían operar con la Constitución antigua o la nueva pertenecen a la clase política, y la clase política no tiene la confianza de la ciudadanía”, resaltó.

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