Señor Director:
Llega a ser desesperanzador ver cómo, frente al éxito de ventas, la productora que trae a Chile a la banda inglesa Coldplay prefiere llenar cuatro veces el Estadio Nacional de Santiago en lugar de pensar en las regiones y, por ejemplo, programar un concierto en Antofagasta y otro en Concepción, ciudades donde sus principales recintos – cancha incluida– tranquilamente podrían llegar a las 40 mil personas.
Dicho esto, pienso en los fanáticos de Iquique o de Puerto Montt, para quienes un viaje a la capital de nuestro país es de por sí desgastante. De hecho, hasta podríamos asegurar que la mitad de quienes asistirán a tales eventos –y a otros tantos– vienen desde fuera de la Región Metropolitana. Claro, sé que a fin de cuentas esto es un negocio y que, en la búsqueda por abaratar costos, no arriesgarse a salir del Planeta Santiago es una práctica común entre las empresas organizadoras de dichos espectáculos; no obstante, podríamos hablar de discriminación contra ciertos segmentos de consumidores por el solo hecho de transformar la distancia en dificultad. Ni hablar de que en Chile las entradas son las más caras de América Latina, ya que eso da para tema aparte. El centralismo no sólo es burocrático, político y económico, sino también musical. Su presencia es transversal.
Fernando Fernández Ulloa
