Señor Director:
En el último tiempo, hemos visto con estupor cómo se maltrata y agrede a los árboles en las ciudades, fenómeno que no se detiene ahí.
En días recientes, un hecho en Santiago trajo a flote otro asunto tan grave como el anterior: Un grupo organizado, rayó con frases violentas la fachada recién pintada de la Iglesia de San Francisco. Se atacó un monumento histórico, una joya única de nuestra arquitectura colonial, una iglesia que debería inspirar respeto por el templo mismo y por sus feligreses.
La destrucción no sólo agrede a la vegetación o el patrimonio, sino a la estructura misma y al corazón de la ciudad. Ésta es una unidad con toda su infraestructura, sus calles, sus edificios notables, los paseos públicos, sus plazas, los lugares de encuentro de sus ciudadanos. Es despreciada, violentada y herida por algunos grupos de personas. Parte de estas personas, parecieran ser del grupo de habitantes más vulnerables y necesitados de lugares de esparcimiento y de encuentro.
Nos encontramos con una carencia cultural especialmente en la juventud. Parece ser que la solución está en la educación y en la enseñanza en liceos y colegios desde sus primeros años.
Así como debemos inculcarles a los niños en forma transversal el amor y respeto por la naturaleza, también es necesario hacerlo con la ciudad, sus edificios, sus monumentos, sus plazas, su metro, y todo lo que ha llevado tanto tiempo y tanto esfuerzo de construir para hacernos una vida urbana más digna y plena.
José Domingo Peñafiel
