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Mejor política y políticos

El cuadro más relevante y representativo de la política local por estos días lo constituye la tensión y disputa entre el oficialismo y la oposición, representado por las autoridades regionales designadas, y las electas, encabezadas por el nuevo gobernador regional, Óscar Crisóstomo. Mientras tanto, buena parte de la ciudadanía sigue mirando confundida y fastidiada todo lo que ha ocurrido en torno a la instalación de las nuevas autoridades.

Es clara e indudable la responsabilidad, en esa mala imagen e incertidumbre, del propio Gobierno, cuyas zancadillas al proceso de elección primero, y al de instalación después, son por todos conocidas. Esa es la realidad, aunque luego abunden en los discursos las buenas intenciones y las expresiones voluntaristas.

La realidad política es siempre multifacética, y en la dinámica de su actividad siempre pueden distinguirse dos caras, una táctica y otra arquitectónica. La primera comprende lo vinculado con la lucha por alcanzar y conservar el poder; del otro lado, la cara arquitectónica se refiere a la tarea que se lleva a cabo desde el poder para diseñar y ejecutar políticas que beneficien a las personas, impulsando el desarrollo y una mejor calidad de vida.

Actualmente, existe en la ciudadanía una generalizada percepción de que en la región prevalece la primera y hay más lucha por la conquista de parcelas de poder de determinados actores políticos, que la discusión de proyectos y propuestas que tengan como meta un mejor futuro para Ñuble y su gente.

Cuando todo se reduce a la táctica política, a cuántos partidarios puedo ubicar o favorecer, se desnaturaliza el servicio al bien común que define a esta noble actividad. Por el contrario, los ñublensinos reclaman, en este particular momento de su historia, que predomine la dimensión arquitectónica y las definiciones cuenten con el mayor grado posible de consenso y participación ciudadana.

Lamentablemente, no tenemos vocación y menos instrumentos que incentiven una real participación. De hecho, con los pocos que hay ha ocurrido todo lo contrario, pues esos espacios se han transformado en instrumentos de relaciones clientelares y, en algunos contextos, en mecanismos participativos cooptados por actores no representativos, especialmente cuando la sociedad civil no logra empoderarse de los procesos. De lo anterior vemos mucho en Ñuble. Senadores, diputados, alcaldes e incluso concejales; todos tienen redes clientelares, lo que termina desvirtuando la relación representante-representado y difuminando la responsabilidad que tiene cada uno en la democracia regional y local, donde el modelo ha mostrado su peor cara.

Corresponde, entonces, instar explícitamente a las nuevas autoridades locales, las regionales y comunales, las electas y designadas, a todas, a hacerse cargo de la dimensión arquitectónica, y renunciar al sectarismo. No hacerlo será pavimentar el camino para desviaciones que ya conocemos, como la discrecionalidad de los funcionarios, la corrupción y la manipulación a favor de intereses particulares, en desmedro del bien común.

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