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Más o menos felices

El término “felicidad” se emplea habitualmente para expresar un sentimiento de complacencia por un bien que se ha logrado alcanzar o en relación con las aspiraciones que determinan nuestra conducta en la vida o con los móviles que impulsan habitualmente nuestros comportamientos.

Otras veces, la misma palabra (“felicidad”) se utiliza para expresar un sentimiento de nostalgia por los bienes perdidos o la decepción a que fuimos arrastrados después de haber alcanzado una meta que nos pareció en un momento dado altamente deseable y que posteriormente se nos reveló como una ilusión engañosa.

La filosofía clásica de los griegos –sobre todo a través del pensamiento de Aristóteles- dejó planteado el problema de la felicidad como el fin hacia el cual tienden, naturalmente, todas las conductas humanas.

Teniendo en cuenta la trascendencia de este sentimiento de plenitud, los organismos, gobiernos y entidades mundiales vienen trabajando desde hace tiempo para cuantificar este parámetro y mejorar sus niveles.

Un estudio publicado ayer, a propósito de la conmemoración del Día Internacional de la Felicidad, revela cuáles son los países más felices del mundo. Los nórdicos se llevaron los primeros puestos del ránking: Finlandia Dinamarca, Islandia y Suecia. En ese orden.

De un total de 143 naciones evaluadas en el Informe Mundial de la Felicidad, Chile ocupa el puesto 38, considerando los 6 factores de análisis: PIB per cápita, apoyo social, expectativa de vida saludable al nacer, libertad para tomar decisiones, generosidad y percepciones sobre corrupción.

En el listado, nuestro país queda en el puesto 5 en comparación con sus símiles de Latinoamérica y segundo a nivel sudamericano, siendo superado por Costa Rica (12), México (25), Uruguay (26) y El Salvador (33).

Segregados por grupos etarios, los jóvenes (menores a 30 años) se ubican entre los “más felices” de nuestro país, ubicándose en el lugar 39 a nivel global. En contraparte, Chile ocupa el puesto 46 con las personas “menos felices” sobre 60 años.

En su libro “En defensa de la infelicidad (Destino)”, Alejandro Cencerrado, físico y analista del Instituto de la Felicidad de Copenhague, hace un recorrido diario de su felicidad durante los últimos 15 años, estableciendo una nota de cero a diez dependiendo de los acontecimientos ocurridos y sus sentimientos al respecto. La clave es sencilla: pasa por preguntarse al final de la jornada si nos gustaría que el día de hoy se repitiera mañana.

Cada cierto tiempo no está de más volver la mirada hacia el interior de cada uno. Desde esta columna habitualmente ocupada en analizar la realidad de Chillán y Ñuble, proponemos esta vez hacer una pausa para rescatar y potenciar todo aquello que nos genera bienestar. Es un buen método para encarar la enorme tarea que todos tenemos por delante: dejar de lado una prolongada historia de inequidad y decepciones y reescribirla con nuevos capítulos de justicia social, oportunidades y realizaciones.

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