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Lealtad mal entendida

Señor Director:

Lealtad es la devoción de una persona o ciudadano con un estado, gobernante, comunidad, persona o causa. En lo básico, consiste en nunca darle la espalda a una persona o un grupo social.

En lo valórico, es el cumplimiento que exige la ley de la fidelidad y del honor e, indudablemente, es una virtud. La lealtad, en sí, enaltece a la persona por su compromiso con esos conceptos.

Un profesor de filosofía relaciona la lealtad con el patriotismo, pero hace notar que ello no es correcto. Pone como ejemplo el caso de un mercenario, leal a quien le paga. La lealtad puede ser con personas o causas que no son dignas de ella. Josiah Royce sostiene que la lealtad es una virtud primaria, “El principio moral básico desde el cual derivan todos los otros principios”. También se requiere honor.

Un acto de lealtad ilimitada, fracasa en reconocer los límites de la moralidad.

El hombre evoluciona, pero debe ser para bien, y eso no se hace reinventando una historia. La Biblia dice «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», definiendo así un límite a la autoridad del hombre. También que “Nadie puede servir a dos señores”. Desde el punto de vista cristiano, existe una esfera más allá de la terrenal, y si la lealtad al hombre entra en conflicto con la

lealtad a Dios, la última tiene prioridad. El cristianismo rechaza la idea de una lealtad dual.

Pululan hoy políticos pidiendo lealtad a sus causas, pero demasiado caro le ha costado a nuestro país las decisiones de gente buena que no tiene claro las consecuencias de una lealtad mal entendida.

Freddy Blanc Sperberg

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