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Expansión frutícola

Cristian Cáceres

Los resultados del Catastro Frutícola 2022, que elabora Ciren por encargo de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) del Ministerio de Agricultura, confirmaron el fuerte aumento de la superficie de frutales en la región de Ñuble, que este año alcanzó las 19.221 hectáreas, lo que representa un incremento de 35,5% respecto al catastro anterior, realizado en 2019, cuando registró 14.181 hectáreas.

La de Ñuble es la mayor expansión de las nueve regiones catastradas el año pasado, subiendo desde la séptima posición a nivel nacional a la sexta, desplazando a La Araucanía que solo creció 4,2% en los últimos tres años.

A nivel comunal, las que concentran mayor superficie frutícola en la región son: Coihueco (4.091 hectáreas), San Carlos (2.531), Bulnes (2.470), Ñiquén (2.088), Chillán (1.975), San Nicolás (1.764), El Carmen (1.113), San Ignacio (956) y Quillón (708).

Las principales alzas en Ñuble se observaron en avellano europeo, que creció 122% al pasar de 2.943 a 6.558 hectáreas, posicionándose como la especie más plantada en la región, desplazando a los arándanos al segundo lugar; en almendros, que aumentó 102%, al crecer de 6,1 a 12,2 hectáreas; en cerezos, que subió 85,8% al incrementarse la superficie plantada desde 1.600 a 2.973 hectáreas; y en nogales, con un aumento de 31,8%, al pasar desde 1.497 a 1.974 hectáreas.

Otras alzas registradas en el periodo corresponden a los castaños (13,1%), los paltos (29,0%), los perales (23,6%), los maquis (1.377%) y los limoneros (2.284%), aunque se trata de superficies aún menores.

Lo anterior revela el enorme potencial de la región para el desarrollo del sector frutícola, derivado de sus positivas condiciones edafoclimáticas, pero también las particularidades de cada cultivo, donde la alta rentabilidad ha ido de la mano de una creciente demanda por alimentos más saludables. Sin embargo, para que ese crecimiento no se estanque, es clave seguir avanzando en materia de infraestructura de riego, lo que sumado al aprovechamiento del clima templado y al cambio climático, permitirá diversificar la oferta, con la llegada de otras especies, como los damascos, los duraznos y los ciruelos, y en un futuro próximo, de frutas que tradicionalmente se cultivan en la zona central.

En ese sentido, el desarrollo agrícola de Ñuble depende, en primer término, de fuertes inversiones tanto públicas como privadas en riego, como también en infraestructura para la conectividad entre las zonas de producción y procesamiento y los puertos, un tema donde Ñuble sigue estando al debe.

Está claro que Ñuble tiene una gran oportunidad de ser parte del desarrollo que viene, sin embargo, para aprovecharla debe saber conjugar los elementos productivos con un modelo comercial de exportación y una agenda público-privada que dote al sector de lo necesario para desarrollar esos emprendimientos.

Asimismo, para que la agricultura del futuro tenga un efecto multiplicador en la economía local y en el bienestar de sus habitantes, es clave seguir caminando hacia la agregación de valor y desarrollar una agroindustria robusta y moderna que logre aprovechar las ventajas comparativas de la zona y responda, de manera oportuna y eficiente, a la evolución de la demanda mundial por alimentos.

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