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Estresados al volante

Mauricio Ulloa

Al analizar distintos indicadores locales de calidad de vida urbana se puede constatar un paulatino mejoramiento de la ciudad en aspectos como condiciones socioculturales, vivienda y entorno, sin embargo el factor que porfiadamente no mejora e incluso empeora es el de la conectividad.

Si bien el problema de fondo tiene que ver con que los elementos de planificación urbana no han sido los más adecuados en las últimas décadas para regular la presión inmobiliaria, también se observan evidentes problemas en la gestión del transporte público y privado de la ciudad.

Esta desafortunada ecuación que combina una precaria infraestructura vial y un crecimiento desordenado de la ciudad ha convertido a Chillán en una ciudad donde desplazarse a ciertas horas es un verdadero dolor de cabeza.

Esta realidad no solo es conocida y sufrida por quienes habitan en la capital de Ñuble, sino que también por las autoridades locales, razón por la cual hace dos años se comenzó a trabajar en la aplicación de un plan maestro de transporte que permita abordar todos los aspectos deficientes y subsanar los errores cometidos en el pasado.

Se trata de una tarea difícil y de largo aliento, mientras la ciudadanía debe armarse de paciencia para trasladarse, lo que no resulta fácil para algunas personas que reconocen el desgaste emocional que produce enfrentarse al laberinto del tráfico que existe a ciertas horas en algunos sectores de Chillán, y que también debería llamar a meditar sobre la responsabilidad de acatar normas que garantizan una razonable convivencia.

En efecto, resulta preocupante constatar cómo en muchas personas está aflorando un instinto de dominio y prepotencia propia de urbes estresadas, marcada por gestos ofensivos e imprecaciones, nada más alejados de la cortesía que siempre nos ha caracterizado.

Siempre los fines de año marcan no solo una agenda cargada, sino que es una época en la que inevitablemente en el imaginario colectivo aparece una especie de recorrido mental y las personas están más frágiles emocionalmente, estado que se puede traducir en situaciones de tristeza, de depresión o de enojo. Y como en muchas otras actividades cotidianas, estas alteraciones del ánimo también se observan en los conductores, tal como se ha demostrado en las festividades de fin de año, donde los accidentes menores e incidentes entre choferes aumentan exponencialmente.

Ciertamente, no vivimos en el caos vehicular de Santiago, pero nos estamos acercando y querámoslo o no, la emoción también va al volante. Según los estudiosos de conductas agresivas en el espacio público, la violencia nos cruza como sociedad y para poder mantener un equilibrio saludable sin que nos arrolle, hay que poder tener conciencia de esto, de que estamos bombardeados por situaciones muy agresivas que provienen de la realidad. El mensaje es simple: no traslademos ese enojo a los demás cuando vamos frente al volante.

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