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En economía los errores se pagan

En un mundo globalizado como el actual, los capitales migran hacia aquellos sistemas económicos donde existen menos errores en el cumplimiento de las normas propias del funcionamiento eficiente del mercado. Chile ha basado su exitosa trayectoria en el mundo globalizado, en disponer de instituciones fuertes y respetadas al momento de cumplir dichas normas. En este ámbito de cosas, el sistema económico se caracterizaba por la inamovilidad tácita del titular de Hacienda y la autonomía del Banco Central en materias propias de la política monetaria.

En el comienzo de la década de 2010 se origina uno de los terremotos con una de las mayores energías que se tenga registro en la historia sísmica del país. El desastre natural dejó pérdida de vidas humanas, infraestructura, y servicios avaluados en decenas de miles de millones de dólares. Pero no fue todo. El tiempo dejo al descubierto la existencia de profundas grietas en el corazón de la institucionalidad económica. En efecto, durante los Gobiernos que precedieron se hicieron cambios en los titulares de Hacienda, para enmendar errores de nombramiento; y, en hechos más recientes, se cometió el error de enviar mensajes al Banco Central que han puesto en tela de juicio su autonomía.

¿Cuánto puede ser el costo de dichos errores? Escarbando la historia del crecimiento económico de Chile, la crisis asiática de 2008 resulta útil como referente para ejemplificar dicho costo. La apertura comercial; la autonomía del Banco Central; la Política Monetaria de estabilización de precios, en el Marco de Metas de Inflación; y el sistema de tipo de cambio flexible, fueron los mecanismos que permitieron que durante la década de los 90 la expansión de la economía chilena sorprendiera al mundo desarrollado.

Sin embargo, la convulsión mundial ocasionada por la crisis asiática llevó a las autoridades monetarias locales a cometer el error de utilizar una política procíclica. Frente a la crisis, el Banco Central subió las tasas de interés. Similar a lo que ocurre cuando se frena un tren de alta velocidad, después de diez años de crecimiento extraordinario, la economía enfrentó una recesión en el año 1999 de – 0,3% en el PIB real. Con posterioridad, resultaron estériles los esfuerzos para recuperar la senda gloriosa de crecimiento económico. Los agentes económicos habían dejado de mirar a Chile como una de las mejores alternativas de inversión. Los capitales empezaron a migrar hacia economías emergentes, afectando negativamente la senda de crecimiento económico del país.

En la actualidad, los errores se multiplican. En materia económica, los agentes emiten discursos disonantes que solo agravan la pérdida de confianza de la población en las instituciones. Seguramente, con la mejor intención de corregir la brecha de ingresos, los mensajes han estado lejos de contribuir en avanzar hacia el logro de dicho objetivo. La economía normativa no ha reparado en que el país está inserto en un sistema económico integrado. En este ambiente, la principal fuente de errores está en que los resultados esperados de las acciones de política no dependen solo de las manos de quienes la diseñan. En muchos casos, dichos errores redundan en la migración de los capitales que se requieren para invertir en el desarrollo de la matriz productiva local. En resumen, en economía, los errores se pagan, y se pagan muy caro. 

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