Señor Director:
Llegar a la Educación Superior es un sueño para familias que la perciben como un camino a mejores oportunidades. Pero muchas/os estudiantes –a menudo primera generación universitaria– ven sus anhelos truncados por malos resultados iniciales, o, incluso, la deserción. La transición a la Universidad requiere, como está de moda en el análisis económico, de un soft landing.
La experiencia límite del COVID-19 mostró la relevancia de la salud mental en las organizaciones, y la universidad no es la excepción. En los primeros años de carrera, dicho soft landing tiene poco y nada de suave: a los problemas de rendimiento y temor a pedir ayuda en primer año se han sumado post pandemia la ansiedad ante evaluaciones y miedo a hacer preguntas en la cátedra. Parte del problema es que las exigencias de la universidad son totalmente diferentes a la escuela; el sistema educativo tiene en alta estima aspectos que no enseña: cultura general y habilidades como comunicación, trabajo colaborativo, pensamiento crítico y creatividad.
Ante una nueva PAES de invierno, el despertar abrupto de la pandemia nos llama a enfrentar los temas de salud mental y brindar mecanismos de apoyo al aprendizaje de los y las estudiantes. Es vital construir comunidades educativas protegidas y empoderar al estudiantado para pedir y ofrecer ayuda.
Sibila Salinas Silva e Ilce Espinoza Guerrero
Centro de Apoyo para la Enseñanza y el Aprendizaje
Facultad de Ingeniería y Ciencias de la UDP.
