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Deserción escolar

Señor Director:

Durante los últimos días, se dio a conocer grave la noticia de la deserción escolar de más de 50.000 estudiantes, situación grave para un país que hoy goza de libertades en la educación y que además sostiene una política educativa con financiamiento por sobre la media, tanto para la etapa Preescolar como para la básica y media. Sin embargo, hoy nos damos cuenta que el problema no es solo el financiamiento escolar y todos sus ejes, sino más bien que este problema es una raya para la suma de una gran fractura social.

Resultado perfecto para el balance general, donde además se adhiere el cansancio Post-Pandemia de las y los docentes a nivel nacional, tratando de generar nuevos métodos de enseñanza vía plataformas digitales y con evaluaciones que no medían en lo absoluto lo aprendido en clases y que por más irónico que suene, eran clases totalmente NO Presenciales.

Me es difícil pensar que la responsabilidad de esta deserción sea de los sostenedores como manifestó un alcalde, o si esto fuera un mero problema financiero como lo dice el diputado Schalper, para mi es un problema que viene de la fractura social sostenida desde el retorno a la democracia, del no entender que la necesidad de un hogar es parte de la preocupación de los NNA, y que sumado a esto el análisis de la falta de oportunidades para el futuro, independiente de la oferta académica que exista, es un factor preocupante para los y las estudiantes.

Personalmente, fui uno de esos desertores de aquellos años de la revolución pingüina, donde en aquellos tiempos el profesor o la profesora jugaban un rol vinculador y el apoderado era el primer filtro para el trabajo tanto de reinserción como de continuidad del alumno en el establecimiento, y si este camino no tenía resultados, el profesor sentía la obligación arraigada de la vocación de traer al alumno desde la propia puerta de su casa, prácticas que hoy MINEDUC tiene casi prohibidas por situaciones despejadas en el tiempo.

¿El remedio? Dudo que sea repartir panfletos pidiendo que vuelvan a clases el 2023, porque sería una simple aspirina para un problema mucho mayor, que tiene que ver con el entorno, factores económicos, familiares, etc., y del propio desgaste docente que, con las grandes políticas, tienen a los educadores más preocupados de aprobar una evaluación profesional, que de educar y vincular a los NNA a sus espacios y formas de enseñar.

Eduardo Antilef Espinoza

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