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Banderas y “negritas”: el riesgo de una derecha políticamente irrelevante

Señor Director:

Para nadie es sorpresa que la derecha vive una crisis descomunal: arrasada en la elección de gobernadores, devenida minoría estéril en la Convención y dependiente de un candidato presidencial cuya popularidad reside precisamente en su no identificación nominal con el sector, hoy instala banderitas de protesta contra un ímpetu inevitable de plurinacionalidad y defiende el nombre de una golosina de una empresa que se adapta al paso del tiempo. El objetivo de esta breve descripción no es fomentar el escarnio, sino más bien sembrar una cuota de preocupación. La irrelevancia política de la derecha no es inocua y, en consecuencia, no puede relegarse al plano de lo puramente anecdótico.

La reacción de Chile Vamos ante su crisis consiste, por una parte, en minar la legitimidad de la Convención a través de una crítica permanente que, aunque insustancial, es amplificada mediáticamente y, por otra, en someterse a la derecha económica a través del apoyo a un candidato que pretende hacer pasar por virtud un perfil antipolítico, tecnócrata, carente de trabajo territorial, centrado en sí mismo y pseudotransversal. En síntesis, la derecha pateó el tablero y se dispone a abandonar la política, pues, sin poder de veto ni mayorías, ella carece de utilidad para defender sus intereses. Las banderas y las “negritas”, más allá de la irrisoriedad, son un aviso del que vale la pena estar alerta, pues renunciar a la política no implica abandonar el poder. En esto conviene recordar una vieja advertencia de Foucault: para captar los mecanismos de ejercicio del poder en su total complejidad no podemos limitarnos al análisis de los aparatos del Estado.

Álvaro Muñoz Ferrer

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