Close
Radio Radio Radio Radio

Aires de grandeza que convocan exclusión social

“En las últimas décadas, Chile ha sido una de las economías de más rápido crecimiento en Latinoamérica”. La frase, acuñada por el Banco Mundial, da cuenta de la impecable imagen del manejo de la economía chilena en el concierto internacional. El reconocimiento se hizo carne en diciembre de 2009 cuando la OCDE invitó a Chile a convertirse en el segundo miembro latinoamericano, después de México.

La Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo OCDE reúne a las economías más ricas del planeta y la invitación a Chile intensificó los aires de grandeza respecto de la capacidad de Chile para transformarse en un país desarrollado.

Junto con la estandarización de la información social y económica, comenzaron a relucir las brechas de nuestro país con la elite de países del orbe. En el afán de acortar las diferencias, la sociedad comenzó a generar una brutal discriminación con aquellos sectores de la población con índices por debajo de los valores críticos. Excluidos quedaron todos los egresados de colegios municipales que no cumplan con los estándares de los colegios privados; excluidos quedaron las personas de bajo nivel de calificación que participan de la fuerza de trabajo; excluidos quedaron los chilenos y chilenas que no dominan el idioma inglés; excluidos quedaron las personas mayores de 50 años por sus supuestas limitaciones para adaptarse a la innovación y las nuevas tecnologías; excluidas quedaron las mujeres por su baja productividad en períodos de embarazo; excluidas quedaban todas las personas que no quieren o no pueden subirse al carro de la meritocracia. Es decir, más de dos tercios de la población y el territorio cargan la responsabilidad de ser una barrera para que Chile pueda estar en propiedad en el club de los grandes países.

Los informes de la OCDE son lapidarios al momento de mostrar los indicadores económicos y sociales dentro de los países miembros. “Chile lidera el ránking de los países más desiguales”. “Chile posee la mayor brecha salarial de género entre países de Latinoamérica”. “Chile está dentro de los 4 países peor evaluados en equidad laboral femenina”. “Chile obtiene uno de los peores resultados de los países de la OCDE en cuanto a calidad de ingresos”. “Chile lidera el porcentaje de adultos que obtiene la puntuación más baja en lectoescritura, matemáticas y resolución de problemas en entornos tecnológicos”. “Chile lidera la inseguridad en el mercado laboral”. “Chile lidera los índices de obesidad y alimentación poco saludable”. “En la prueba PISA los jóvenes chilenos no alcanzan las competencias mínimas que se requieren para participar completamente en una sociedad moderna”

Frente a estas evaluaciones, la autoridad ha reaccionado profundizando la exclusión. Mientras crea los liceos bicentenarios para albergar las nuevas generaciones privilegiadas, con resultados de aprendizaje que superan el 50% en lectura y matemática, margina generaciones enteras de estudiantes de nivel socioeconómico donde el 7% alcanza igual resultado en lectura y un 4% lo alcanza en matemática.

Los aires de grandeza obnubilan la inclusión. El desarrollo se puede alcanzar si y solo si todas y todos, independiente de su condición, estén activos en la construcción de un país más justo y humano. En este sentido, ser parte de la OCDE no ha contribuido a facilitar dicha tarea. Mientras tanto, seguimos siendo un país subdesarrollado con sueños de grandeza.

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Leave a comment
scroll to top