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“Echaré de menos, pero volveré al estadio a ver a Ñublense”

Cristian Cáceres

“Acá me sentía como trabajando en el jardín de mi casa, cuando tenía libre y estaba en el hogar, me ahogaba, echaba de menos estar acá”, confiesa nostálgico, Juanito Salazar, el histórico y legendario ‘canchero’ del estadio Nelson Oyarzún Arenas de Chillán, quien se acogió a retiro tras 47 años cumpliendo esta labor clave en el emblemático recinto.

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En el antiguo fortín y en el actual estadio de los diablos rojos, vivió innumerables vivencias y anécdotas, que a la hora de su despedida, revive con emoción.

“Yo entré a trabajar a la Municipalidad de Chillán el año 75’ y empecé trabajando en el estadio municipal cuando el administrador era Arturo Acuña y conocí a Nelson Oyarzún, que era el entrenador. Han pasado 47 años y ahora me acojo a retiro a partir de agosto”, relata ‘Juanito’, mientras recorre la cancha de la ‘caldera del Diablo’.

Entrenadores históricos

“Yo creo que si hubiese seguido Nelson Oyarzún en Ñublense, sin problemas de salud, hubiese llegado a ser el entrenador de la Selección Chilena porque reunía todos los requisitos. También recuerdo a Isaac Carrasco, Pedro Morales y de los jugadores a Mario Cerendero, Vicente Tadeo Lugo y Óscar Roberto Muñoz, cuando Ñublense subió a Primera División en 1976. Porque yo además de trabajar en el estadio, soy un hincha más. Disfruto con los triunfos de Ñublense y me apena cuando no puede ganar”, revela.

Anécdota de ‘Romerito’

Fue testigo de muchas anécdotas viendo jugar al equipo de sus amores. La que más recuerda, es la que tuvo como protagonista a Óscar Romero, otrora lateral derecho del Rojo en los 60’.

“En esa época nosotros éramos los camilleros porque el club no tenía, y ‘Romerito’ con un compañero sacaron a un jugador de la cancha y lo tiraron en la camilla. Casi lo mataron y se le fueron encima todos los rivales”, relata sonriendo.

Salazar cuenta que sufrían rayando la cancha con cal, porque con la lluvia “se borraba ligerito el demarcado de la cancha”, pero no vacila al decir que el antiguo reducto “tenía un drenaje excelente”.

“Recuerdo que un entrenador rival le dijo a sus jugadores que en esta cancha era imposible jugar mal porque era una mesa de billar”.

El carisma de García

Salazar conoció a muchos entrenadores en sus 47 años de servicio, pero Jaime García, marcó su corazón.

“Al entrenador actual le responden los jugadores porque tiene un carisma especial con sus chicos, los trata como si fueran sus hijos. Incluso a mí siempre me dice ‘cómo está mi viejito, cuídese mucho’, entonces se nota que es una persona transparente y de piel”.

Por eso, asegura que “ojalá que se mantenga en los primeros lugares, no le vamos a pedir el título, pero que se mantenga arriba, yo mismo disfruto con la hinchada. Me emociono cuando Ñublense gana y la gente se va feliz para su casa porque soy uno más de ellos”.

A la hora de la despedida de su cancha, confiesa que “yo aquí me siento feliz, porque estoy en una parte campestre, es otro aire y me siento muy bien”.

A Juanito Salazar le brillan los ojos cuando comienza a abandonar el recinto que lo acogió durante 47 años y mira cada rincón del césped que recorría todas las mañanas al volante de su inseparable tractor.

“Yo sé que voy a echar de menos esto, pero ya estoy en edad de retirarme, es la ley de la vida. Pero si Dios quiere y la salud me acompaña, yo pienso seguir viniendo al estadio para ver a Ñublense, porque soy un ñublensino más, pienso abonarme para venir a ver a mi equipo tranquilo al estadio”, sentencia emocionado, cargado de recuerdos y aferrándose a una época que le dio sentido a su vida. “Esto fue mi vida”, concluye caminando lento.

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