Hace algunos días, el Ministerio del Deporte oficializó la incorporación del Protocolo contra el Acoso Sexual, Abuso Sexual, Maltrato y Discriminación a la estructura del fútbol profesional chileno.
Y ahora, todas las organizaciones deportivas lo deben incluir en su orgánica o estatutos, como requisito obligatorio para postular a cualquier proyecto, como, por ejemplo, el Fondeporte.
Los dirigentes de las instituciones deportivas de Ñuble, incluso, participaron en una capacitación on line, para cumplir con la normativa impuesta.
La iniciativa es un paso que puede conducir a la disminución o erradicación de los actos abusivos y discriminatorios, solapados o públicos que por años se han fraguado en el deporte.
Sin embargo, este protocolo o marco legal, no tendrá ningún impacto si primero, en la formación de los deportistas, desde su cuna, se les educa en conceptos tan esenciales en la convivencia humana, como los de la igualdad, el respeto y la empatía, que se han perdido en una sociedad cada vez más individualista, violenta y poco tolerante.
Lo que preocupa es escuchar a dirigentes que no creen que esto es realmente obligatorio para provocar un cambio cultural.
Un protocolo que transforme al deporte en un espacio de práctica seguro, donde el abuso de poder, sexual y la discriminación de toda índole, no tengan cabida.
Es un paso fundamental para desterrar la violencia, discriminación y abuso sexual en el ambiente deportivo.
El 21 de marzo se cumple la fecha límite para que las instituciones adopten las medidas que exige la Ley.
Sin embargo, a una semana de su entrada en vigor, solo cumplen casi 100 instituciones de las 25.118 que hay en el país, según los datos obtenidos por la consultora Praesidium Chile por Transparencia.
¿Y el resto?. ¿Han amparado la violencia y los abusos?. ¿No harán nada para generar este cambio cultural, aunque sea por un protocolo sino se logró por conciencia y respeto en convivencia?.
