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Pobreza en pandemia

Mauricio Ulloa

Una preocupación muy presente durante la crisis sanitaria causada por el covid-19 ha sido intentar mitigar los impactos negativos en la economía, porque detrás de los números rojos no solo hay pymes y trabajadores, también hay pobres.

La Encuesta Casen 2020 en Pandemia muestra que Ñuble tiene una tasa de pobreza dura de 14,7% y que las políticas públicas no han logrado reducir sustancialmente en los últimos años, lo que está directamente relacionado con la mala calidad de los empleos.

Asimismo, reveló que un 5,2% de las personas de la región viven en pobreza extrema, lo que muestra un alza respecto de 2017 y nos confirman que somos la segunda región con mayor incidencia de pobreza en el país, superada solo por La Araucanía.

En el estudio -que consideró 3.096 viviendas a nivel regional, 1.809 de Diguillín, 571 de Itata; y 716 de Punilla- se advierte también que la brecha promedio de ingreso y la severidad de la pobreza aumentaron en hogares dependientes de sectores como turismo, gastronomía y empleos informales. Según estimó el Centro de Estudios de la Realidad Regional, que dirige el economista Renato Segura, “las restricciones sanitarias para aquellos sectores económicos no esenciales y las medidas para disminuir la movilidad de la población, generaron mermas importantes en los ingresos monetarios de 27 mil hogares sin capacidad para disponer de recursos para satisfacer al menos las necesidades básicas de alimentación”.

Igualmente, se constata un importante aumento de la participación de los subsidios en el ingreso de las personas. Por ejemplo, en el primer decil de menores ingresos, los subsidios del Estado representaron un 89,1% de los ingresos, versus un 45% en 2017, mientras que en el segundo decil esta cifra llega al 35,5% versus un 15% en 2017.

A primera vista, todos estos indicadores plantean el desafío urgente de generar y recuperar empleos de calidad, especialmente para mujeres y personas en vulnerabilidad, que son los más afectados por la crisis económica del covid-19, como también una retirada gradual de los subsidios, dada la centralidad que han adquirido para millones de familias.

A diferencia de crisis anteriores, esta vez la enfrentamos con una nueva condición político-administrativa, y eso se ha notado. Basta ver lo que ha ocurrido con la provincia de Biobío durante la pandemia y su persistente reclamo por el centralismo que ejerce Concepción. De hecho, convertirnos en región es también una oportunidad para enfrentar de manera distinta la pobreza de la zona, pues si bien la conformación de la nueva institucionalidad no reduce pobreza por sí sola, permite contar con herramientas para trabajar de una manera distinta, si existe voluntad y capacidades.

Es hora de implementar medidas más audaces que permitan, por un lado, enfrentar la urgencia de los hogares pobres, y por otro, reactivar el empleo, pues de ello dependerá la envergadura de la crisis social que podría observarse una vez superada la pandemia.

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