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Historia dulce con final amargo

Fue en el año 1953 que la Corfo crea la Industria Azucarera Nacional S.A. (IANSA), estableciendo su primera planta procesadora y envasadora de azúcar en Los Ángeles. Los buenos resultados del proyecto fue el detonante para que se abrieran nuevas plantas azucareras en el país. En 1958 se puso en marcha la planta de Llanquihue, en 1959 se inaugura la planta en Linares, en 1967 le corresponde a Chillán; en 1970 a Rapaco; y en 1974 a Curicó.

Iansa fue pionera en el sistema de “agricultura de contrato”. Por primera vez se establecía un vínculo contractual ente el agricultor y la empresa. El agricultor se concentraba en producir la remolacha, principal materia prima para la producción de azúcar. Iansa prestaba asistencia técnica y adquiría la remolacha.

Era una relación virtuosa, por cierto. La industria propició el uso de tecnologías agrícolas en todos sus usuarios, permitiéndole a los pequeños agricultores, quienes en muchos casos eran beneficiarios de la Reforma Agraria, contar con acompañamiento, acercarse a la administración eficiente y tener una certeza del precio a recibir por su producto. Pero también tuvo un impacto significativo en la ciudad y sus habitantes, ya que fue un importante polo de empleo, construcción de viviendas y de beneficios para sus trabajadores.

La historia que sigue es conocida. La industria azucarera sufrió los embates de la crisis económica de los 80, ante lo cual no se supo preparar para los cambios que se avecinaban en el mercado. Fue así como el primer espolonazo vino por el lado de los remolacheros: la política centrada en el uso de la remolacha para la producción de azúcar había generado un monopsonio (alto poder de mercado del comprador) que entraba en conflicto con los intereses de los agricultores. El segundo espolonazo se produce por los costos: producir un kilo de azúcar refinada de remolacha cuesta el doble que producir el mismo kilo utilizando caña de azúcar. El tercer espolonazo provino de la apertura de los mercados: la integración de los mercados para bienes transables se caracteriza por relaciones comerciales de corto plazo con incertidumbre en el precio y en el tipo de cambio. El espolonazo final provino de la aparición de sustitutos perfectos: por razones de control de peso o salud, la industria alimenticia creó los edulcorantes, sustituto de bajo precio que aceleró la presión sobre la competitividad de Iansa y su cadena de valor.

En hechos esenciales de agosto de 2018 y septiembre de 2020, el directorio de Iansa comunica al mercado el cierre de las plantas de Linares y Los Ángeles respectivamente. Toda la producción se concentró en la planta de Chillán. Las autoridades regionales se han limitado a lamentar, manifestar preocupación y entender lo “difícil que fue el anuncio para la economía local”.

En este sentido, el exsenador Felipe Harboe advierte que lo más amargo está por venir: “El aumento de la superficie de cultivo de Stevia en Brasil, sus bajos costos de procesamiento y la disminución del consumo de azúcar refinada hacen prever que lo ocurrido con la planta de Los Ángeles y Linares, terminará por ocurrir en Ñuble”. El candidato a constituyente ha insistido en “la necesidad de un plan de reconversión productivo para los remolacheros y preparar a la región en nuevos cultivos… antes de que sea demasiado tarde”.

Atender dicha advertencia permitirá suavizar un nuevo episodio amargo para la economía de Ñuble.

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