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Visión de corto y largo plazo

La ciudad y lo que en ella ocurre moldea a sus habitantes. En la Edición Domingo nos preguntamos por este vínculo que podemos constatar desde tiempos remotos y a partir de él encontrar una explicación para nuestro carácter reposado y reflexivo. Igualmente nos sirve para encontrar respuesta a otros aspectos de nuestra personalidad, como la resignación y cierto fatalismo asociado a los terremotos que han destruido en tres oportunidades la ciudad, pero que al mismo tiempo han obligado a reconstruirla, forjando un temple que hace a los chillanejos únicos e irrepetibles.

¿Pero qué está ocurriendo hoy en día? ¿Qué tipo de ciudadano (a) se ha ido forjando en una ciudad que despertó de su siesta provinciana para convertirse en la capital de la región de Ñuble?

El crecimiento demográfico, errores en la planificación y gestión territorial, baja inversión pública, escasez y encarecimiento del suelo, los avances de la tecnología, la creciente brecha entre pobres y ricos y la movilidad social, son todos factores que le han dado una nueva forma a Chillán y a sus habitantes.

Y es por lo mismo que conviene preguntarse por las repercusiones negativas que puede tener esta ciudad que comienza ponerse hostil, y detener y revertir el deterioro urbano y ambiental, que es el primer y gran reto que debe asumir Chillán, como lo reconoce el alcalde Camilo Benavente.

El jefe comunal cree que la capital de Ñuble -que cumplió442 años y que llegará en pocos años a los 250 mil habitantes- tiene las condiciones para convertirse en un modelo nacional de desarrollo urbano y calidad de vida, sumando su rica historia y tradición para soñar con una ciudad sostenible ambientalmente, tolerante socialmente y productiva económicamente.

Una combinación para la que aún falta bastante, no obstante, resulta alentador que el gobierno de la ciudad trascienda una cotidianidad altamente demandante para promover proyectos de adelanto con visión de largo plazo.

En efecto, el “cortoplacismo” ha seducido a muchos y durante años. Conocemos sus resultados. Los

grandes problemas estructurales de la naciente urbe son los mismos de hace 20 años, pero hoy con un correlato diferente, pues su impacto se amplifica en la calidad de vida de sus habitantes.

Todas las administraciones en los últimos 30 años han anunciado planes estratégicos, sin embargo, fueron muy poco fieles a esos lineamientos y menos aún a las metas que estos mismos fijaron.

Pero ahora es cuestión de mirar hacia adelante. Cuanto no se hizo queda como asignatura pendiente y no tiene demasiado sentido seguir destacándolo. Es preferible pensar y actuar con la mirada puesta en el porvenir.

El desafío hoy es pensar el Chillán del mañana, prestando atención al anhelo que palpita en la comunidad, que no siempre entiende el valor de la planificación, pero que aspira, simple y sencillamente, a que su ciudad sea una urbe sustentable, segura, limpia y ordenada.

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