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Viñateros advierten que la crisis de precios amenaza su viabilidad

Mientras realiza las últimas labores de poda en sus vides ubicadas en el sector Danquilco, en la comuna de Quillón, Manuel Lara Melo, analiza con preocupación el difícil escenario que enfrentan los productores del Valle del Itata, dados los bajos precios que exhibe el vino a granel en el mercado nacional.

El agricultor es uno de los 60 socios de la cooperativa Coovicen, de Quillón. Cuenta con tres hectáreas de cepas Torontel, Moscatel de Alejandría y Corinto (Chasselas), cuya producción entrega a la cooperativa para la venta asociativa de uva y de vino a granel, un canal que, reconoció, le ha permitido capear, en parte, la crisis de precios que enfrenta el sector.

“Esto es mi vida, trabajo en esto desde los siete años”, afirmó el productor, quien valoró el rol de la cooperativa que ayudó a fundar en 2015, en la búsqueda de mayores retornos para los socios a través de las economías de escala, prescindiendo de los intermediarios en la comercialización de uva y vino.

“Antes, los vinos daban para vivir, pero ahora ya no. Hemos tenido hartos años malos, el año pasado fue bueno, pagaron $400 por litro, pero este año el precio bajó demasiado, están pagando $350 por litro a granel, y con eso no alcanzamos a cubrir los costos, los insumos están mucho más caros y la poca gente que hay, no quiere trabajar, están pidiendo $30 mil por día”, se lamentó Lara, quien advirtió que, “si esto se repite, vamos a estar muy mal, este año hay varios que van a dejar botada la viña, que simplemente no podaron, porque las lucas no dan, fíjese que cobran entre 80 y 100 mil pesos por podar mil plantas. Si esto sigue así, va a morir la viña”.

Vinificación con uva de mesa

Por ello, criticó el daño que genera la vinificación con uva de mesa: “La uva de mesa que se produce en el Norte nos hace harto daño; antes no estaba permitido vinificar con esa uva, uno no entiende porqué toman esas decisiones, vienen los políticos, dicen que van a hacer algo, pero no pasa nada. La verdad es que uno no sabe a quién creerle”.

En ese sentido, Lara expresó que, “por eso, la solución es buscar nuevos compradores, tenemos la esperanza de poder exportar”, un desafío que asumieron los directivos y todos los socios de Coovicen, que, con el apoyo de un equipo de profesionales de la Universidad de Concepción, comenzaron a ejecutar, a inicios de este año, el “Programa de transferencia tecnológica para la producción de vino y vinificaciones especiales de variedades disponibles en el Valle del Itata”, financiado por el Gobierno Regional de Ñuble, que incorporó 18 cubas para aumentar la capacidad de guarda desde 1,5 millones de litros a 2,7 millones, además, está desarrollando vinos especiales y está asesorando en la búsqueda de nuevos mercados.

El director del programa, Dr. Juan Antonio Cañumir, académico de la Facultad de Ingeniería Agrícola de la Universidad de Concepción, apuntó al gran volumen de vino elaborado con uva de mesa en Chile, lo que, aseguró, tiene un impacto en la oferta y en los precios en el mercado nacional. “Según datos del SAG, la producción de vino en Ñuble bajó desde los 21,5 millones de litros en 2022, a 13,3 millones este año; mientras que, la vinificación con uva de mesa en el país aumentó 58,5%, desde 18,3 millones de litros el año pasado, a 29 millones de litros este 2023; eso es el doble de la producción de todo el Valle del Itata”, enfatizó.

“Es obvio que hay afectación en el negocio regional. Estos vinos se hacen con el descarte de la uva de mesa, restos de cosecha, son las sobras de uvas no exportadas, es decir, son uvas de baja calidad, la que, por ser de mesa, de por sí es de mala calidad para vinificar”, complementó el profesor Cañumir.

Al respecto, el enólogo Gustavo Martínez, integrante del equipo que ejecuta el programa de transferencia tecnológica, explicó que las uvas de mesa se caracterizan por tener una pulpa que contiene más agua. “Son menos dulces, menos ácidas y su piel es más delgada y muchas no tienen pepas, todos factores relevantes para vinificar”. En cambio, las uvas viníferas “tienen la piel más gruesa, menos pulpa, lo que se traduce en menores rendimientos, siempre tienen pepas, tienen más potencial de azúcar y de acidez total, características deseadas para la vinificación, lo que finalmente determina la calidad de los vinos, muy superior a los hechos con uva de mesa, que son insípidos, de baja calidad y poco grado alcohólico”.

Juan Carlos Lagos, vicepresidente de Coovicen, profundizó que el uso de uva de mesa para vinificar “es la principal competencia que tenemos. Nosotros, como viñateros del Valle de Itata, con las variedades que tenemos, somos el eslabón más golpeado de la cadena vitivinícola. Chile exporta principalmente cepas Cabernet Sauvignon, Merlot, Carmenere, Chardonnay y Sauvignon Blanc, y para abaratar costos, la industria siempre agrega las variedades Chasselas, Moscatel, País y Cinsault, pero también tienen esta otra alternativa, que para ellos debe ser tentador, porque es mucho más rentable usar el descarte de la uva de mesa, que lo compran a $80 el kilo, es mucho menos de la mitad de nuestro precio”.

Actualmente, la legislación permite la vinificación con uva de mesa, lo que debe ser debidamente informado en la etiqueta, pero prohíbe mezclar estos vinos con aquellos elaborados con uva vinífera. Lagos puntualizó que “este tema se viene trabajando desde hace tiempo en la Mesa del vino, en diferentes organizaciones, y se logró que en las etiquetas se informe cuando el vino se produjo con uva de mesa, pero la norma no estableció el tamaño, y al final se coloca pequeño, en una esquina, entonces, el consumidor no hace la diferencia y tampoco generó un cambio; entonces, hoy el sentimiento de todos los productores es que definitivamente se prohíba la vinificación con uva de mesa, porque ese volumen que genera nos perjudica directamente, vale decir, nosotros podríamos estar optando a un 50% más de precio si es que se elimina la vinificación con este tipo de uva”.

A sus 78 años, Manuel Lara ve con incertidumbre el futuro de su campo y de esta noble actividad: “estoy quedando solo, y cuando ya no esté, no estoy seguro que las parras sigan por mucho tiempo; mi papá era viñatero, yo soy viñatero, y de mis siete hijos, solo uno se dedicó a esto, pero tiene su campo aparte. Uno ve que las viñas siguen desapareciendo, venden los campos, plantan frutales, hacen loteos y cada vez se cultiva menos”, reflexionó.

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