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¿Sería Chillán La Sodoma y Gomorra de Chile?

Por qué murieron casi 30 mil personas de golpe, en un solo lugar, en una sola ciudad, quedando ésta totalmente destruida? ¿Por qué Chillán y no otra ciudad chilena sufrió ese azote de la naturaleza aquel fatídico 24 de enero de 1939? Nuestro título apuntaría ya a una respuesta, respaldada por unos datos y cierta etnografía de campo que nos llevaría a postular que una causa no visible, la acumulación de transgresiones a ciertas leyes habría provocado esta desgracia colectiva de Chillán. Sodoma y Gomorra según la Biblia, fueron dos ciudades destruidas por Dios con fuego y azufre caídos del Cielo, por sus pecados. En la cultura popular, Sodoma y Gomorra se han usado como metáforas del pecado de la represión y/o descontrol de la energía sexual. Es también el origen de la palabra sodomía, un término usado para describir actos homosexuales bajo la etiqueta “delitos contra naturaleza”.

Sabidas las causas naturales del choque de las placas tectónicas de la tierra, aquí nos estamos preguntando por las causas ocultas, “esotéricas”, del fenómeno. Porque la ciencia de la geología explica las fuerzas visibles concurrentes, pero no sabe todavía por qué esas fuerzas entran en acción, qué las activa en un preciso momento y en un preciso lugar.

A inicios de los años ochenta, en mi libro “Coihueco, dos raíces de una cultura”, yo recogí testimonios de que el terremoto se habría debido “a las maldades de algunas mujeres”, las que con sus “cochinadas y brujerías” alimentaron un enorme culebrón-vampiro qué hizo temblar la ciudad. Este culebrón-vampiro -conocido como piwichen en la cultura nativa- requería sangre de niñas jóvenes como alimento. Y lo cuidaba una mujer dueña de una farmacia en el centro de Chillán con el propósito de que le trajera grandes ganancias. Una de sus empleadas adolescentes, logró escapar de ser descuartizada para la bestia, y fue quien muy anciana me entregó su testimonio. Su relato supone implícitamente el carácter femenino de la Tierra capaz de concebir y gestar lentamente el mal en sus entrañas. Así, el desorden en el alma y en el interior de una mujer, tendría, analógicamente una réplica exacta en el útero de la Tierra. Y ese culebrón no sería más que un engendro visible de los monstruos concebidos en la mente, causa fecundante de los otros. Esta forma de entender los cataclismos de la naturaleza, este mismo autor años después la detectó idéntica en la Araucanía mapuche. Allí es la mujer enrabiada, quién por recurso a una magia secreta y cómo respuesta a pasiones bajas (la venganza, por ejemplo), termina por desequilibrar la armonía de la Tierra, tapando los volcanes -cuyas erupciones equivalen a la menstruación de la Mapu- y por ello luego se producen los terremotos.

A través de toda su historia, Chillán ha sido escenario de mucho dolor, de muchas tragedias y muertes. Como ciudad-frontera, el mestizaje fue violento, con robos de mujeres, incendios, y asesinatos por venganzas. A los malones de matanza y pillaje indígena y español, habrá que sumarles las al menos cinco destrucciones totales de la ciudad. Entonces, una línea de respuesta va en que en esta ciudad se acumuló abundante karma colectivo de sufrimiento, junto al otro mal karma de los agentes del sufrimiento. En la fecha del terremoto se sumaba un alcoholismo desatado, el que generaba pobreza, múltiples desgracias y violencia familiar. Por entonces, Ñuble generaba más del 70% del vino del país. Los individuos que generan destinos negativos en las vidas propias y ajenas, se suelen juntar en un espacio vibracionalmente bajo, agrupándose la gente con deuda kármica. Entonces, ese número crítico habría generado un vórtice energético tal aquella noche, que fue capaz de llevarse a 30 mil almas de un golpe para así limpiar y equilibrar el ambiente astral de los chillanejos.

¿Qué estamos haciendo para provocar un terremoto de virtudes, un enjambre en cadena de desarrollo y de respeto humano? ¿Qué méritos morales, sociales y espirituales estamos sumando en Ñuble o en Chile para acorazarnos frente a los males y tornar esta tierra en una isla de dones y de logros? ¿O más bien, de nuevo estamos incubando sórdidas desvíos psicológicos y morales, bajas vibraciones que un día podrían reventar en una quinta o sexta destrucción total de la ciudad?

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