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Para bajar la tasa de accidentes de tránsito resulta fundamental que las acciones destinadas a este fin se orienten no sólo a evitar algunas conductas de riesgo, como la ingesta de alcohol al manejar, sino que aborden también otras causas que incluso tienen mayor incidencia en la ocurrencia de siniestros.
En esa línea, las cifras son muy ilustrativas. Por ejemplo, entre 2012 y 2018 el consumo de alcohol fue la quinta causa de accidentes de tránsito, con un promedio anual de 4.200 casos, muy por detrás del principal motivo, que fue la irresponsabilidad del conductor (26.000), precedido por la desobediencia a la señalización (7.800), imprudencia del peatón (5.600) y pérdidas de control del vehículo (5.200).
Considerando estos datos, parece evidente que los esfuerzos en este ámbito deben ser integrales y enfocarse en educar a las personas para que conduzcan responsablemente.
Este aprendizaje debiese comenzar a una edad temprana, por ejemplo, con cursos que se impartan en los colegios para enseñar a los niños las normativas de tránsito y la importancia de la conducción segura, ya que la imprudencia de los choferes es la segunda causa de muerte, con un promedio anual de 320 casos.
Asimismo, este proceso educativo también debiese contemplar la formación de peatones responsables, considerando que esta es la causa que más fallecidos provoca (400 muertes como promedio anual). Habría que partir por las campañas, que se centran en la conducción, sin abordar adecuadamente las conductas irresponsables de los transeúntes. Salvo las inaplicables multas para quienes no respeten las normas como peatones, prácticamente no existen programas de formación en este sentido.
Los datos revelan también que la mayor cantidad de accidentes, en promedio, se registra los viernes y sábados, y que el horario de mayor ocurrencia de estos es entre las 18 y las 19 horas.
Bien procesada, esta información puede ser de gran utilidad para que adoptar medidas preventivas, de manera que disminuyan los riesgos de accidentes y no sigamos lamentando la pérdida de vidas, tal como ocurrió este fin de semana, donde cuatro personas fallecieron en diferentes rutas de la región.
Al parecer no hemos aprendido aún, en forma colectiva, a respetar la vida propia y la ajena. El filósofo español Fernando Savater decía que cada accidente de tránsito queda privatizado como una fatalidad individual, en un sufrimiento para las familias de las víctimas, pero ese dolor no es elevado a la categoría de conciencia colectiva.
Ese umbral de conciencia sería entonces lo primero que hay que trasponer si aspiramos a resolver el problema. Quizás no haya desprecio por la vida. Pero lo que no existe aún es el concepto activo que prima en una sociedad civilizada: el cuidado de la vida ajena y de la propia